Casi dos años han pasado desde que el Dr. Alberto Fernández
asumiera la presidencia de la República Argentina. Dos años de fracasos en las
políticas económicas y sociales que, por cierto, estuvieron afectadas por la
pandemia del COVID 19 y su mal manejo. El resultado: más inflación, desempleo y
pobreza, traducidos en mayor decadencia, con aislamiento internacional, caída
de la educación y aumento de la inseguridad física y jurídica. Pero vayamos al
análisis de los principales hechos y medidas con respecto al sector
agropecuario.
La primera medida tomada por el señor Fernández fue el
aumento de los derechos de exportación para granos y otros productos, llevando
los mismos por ejemplo del 6,7% que tenían el trigo, la cebada, el maíz y el
sorgo al 12% y la soja del 27 al 33%. Además, mediante la Ley 27.541 de “Solidaridad social y Reactivación Productiva en el Marco de
la Emergencia Pública”, se estableció que los derechos para los primeros
productos podrían aumentarse hasta el 15%, generando permanentes amenazas y
dudas respecto a ese posible aumento del 3% adicional.
La segunda medida que afectó y hoy afecta sobremanera al
sector fue la profundización del cepo cambiario, con distintas versiones, que
hacen que hoy en día tengamos una brecha superior al 100%. Primero fue la
limitación del dólar ahorro para los individuos, luego la aplicación del
impuesto país y anticipo de ganancias, más tarde la reducción del cupo de
compra, luego las limitaciones al uso del contado con liquidación, del dólar
MEP y la complejidad para las autorizaciones de dólares de importaciones. Es
decir que hoy, con esa brecha cambiaría un productor de soja está recibiendo el
38,5% del valor real de su producto teniendo en cuenta los precios
internacionales (considerando la quita de derechos del 33% y la brecha
cambiaria del 100%).
La tercera medida, que finalmente quedó trunca fue el
proyecto de estatización de la empresa Vicentín y que fue motivo de una de las
primeras marchas de protesta popular en las calles de todo el país, no por la
defensa de una empresa que cometió varias irregularidades, sino en resguardo de
las instituciones republicanas que prevén los correspondientes procesos penales
y económicos para estos casos, ya sea con los concursos de acreedores o las
quiebras. Pero el Gobierno intentaba con la intervención a la empresa dar un
paso hacia la estatización del comercio de granos, que es un viejo anhelo del
núcleo duro kirchnerista.
La cuarta acción, fue el apoyo al intento de copamiento de la
propiedad privada, con el recordado caso de la familia Etchevehere, encabezado
por el “dirigente social”, Juan Grabois y apoyado por varios funcionarios del
Gobierno, donde se pretendió instalar un proyecto de granja “nacional y
popular” en aras de defender los intereses de una hija de la familia
supuestamente afectada por sus hermanos. Esta acción, cubierta con bombos y
platillos por los medios de información públicos y los afines al kirchnerismo,
movilizaron nuevamente a los sectores republicanos del país y, finalmente, la
Justicia de Entre Ríos puso paños fríos al asunto.
La quinta acción fue la continua provocación al sector mediante
el ataque y destrucción de silos bolsas a lo largo del país, extraoficialmente
provocados por individuos relacionados con los sectores más radicalizados y
afines a un sector del Gobierno, con el posible propósito de intentar mostrarle
a la sociedad que el almacenamiento de granos como fuente de ahorro o protección
de los recursos genuinamente ganados, eran un ataque al pueblo, ya que
generaban incrementos artificiales de precios afectando la “mesa de los
argentinos”.
La sexta medida fue la instalación de los cupos para la
exportación de carne, a efectos de intentar bajar los precios para el consumo
interno. Con esta medida, no sólo se afectó la rentabilidad de los productores
ganaderos, sino que se paralizó la actividad de frigoríficos exportadores,
generando desempleo y lo que es peor aún, se perdieron mercados del exterior
que habían costado años recuperar. Las medidas cosméticas de apertura
implementadas últimamente por el ministro Domínguez, no liberaron totalmente
las exportaciones y los países competidores se han ido aprovechando de tal
situación. Tal es el caso de Uruguay que desplazó a la Argentina del segundo
lugar como exportador de carne a China. Como dato, la faena de bovinos cayó de
enero a noviembre de 2021 un 8%.
La séptima medida fue la intervención encubierta de los
mercados de trigo y maíz, a través del manejo de los registros de ventas al
exterior, en acuerdos bajo presión con los sectores de la exportación. Esto
comenzó en la campaña pasada cuando los registros de ventas de trigo llegaron a
los 10,2 millones de toneladas, continuó este año cuando los registros de maíz
llegaron a 38,5 millones de toneladas y siguió cuando los registros de trigo de
la campaña 21/22 llegaron a 9 millones. Utilizando la falacia de que se estaban
cubriendo los “saldos exportables” del país y a efectos de evitar el
desabastecimiento interno, se solicitaba al sector exportador no realizar
nuevas ventas al exterior para defender la “mesa de los argentinos” e intentar
reducir los efectos inflacionarios, cuando sabido es que las causas de la
inflación son otras (en especial la emisión monetaria sin respaldo) y que la
incidencia de los precios de las materias primas en el costo de los productos
elaborados no es muy significativa. El efecto ha sido el desacople de los
precios locales de estos granos respecto a los internacionales, afectando
nuevamente los márgenes de rentabilidad del productor.
La octava medida fue la autorización para la siembra de
55.000 hectáreas de trigo transgénico HB4, poniendo en graves riesgos la
posible contaminación de todo el trigo convencional argentino que no es
transgénico, aún a sabiendas de la respuesta negativa tanto de la molinería
local y los exportadores, como de los compradores del trigo argentino en el
exterior, tanto de Brasil como de otros países importadores que tienen marcos
regulatorios para estos eventos. Sería tremendo en este sentido que, por la
imprudencia gubernamental y empresarial, el trigo argentino de excelente
aptitud panadera, pasara a considerarse como no apto para el consumo humano y
se clasificara en adelante como trigo forrajero perdiendo entre el 10 y el 15%
de su valor internacional.
La novena medida fue la limitación a la venta de divisas para
la importación de insumos, que ha producido un desabastecimiento en ciertos
rubros, tanto de fertilizantes como de agroquímicos, hecho que sumado a las
importantes subas de estos productos en el mercado internacional del último
semestre, debido a la crisis energética, han aumentado sensiblemente los costos
de producción y la logística de abastecimiento.
Por último, se podría mencionar como décima medida el cambio
de las autoridades del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, que nos
retrotraen al peor período del kirchnerismo, cuando se aplicaron medidas semejantes
a la actuales que restringen la libertad de comercio, pero bajo la apariencia
de ser proclives al diálogo y la resolución de los problemas amigablemente,
volviendo a mostrar el funcionamiento a doble faz o con dos caras que viene
teniendo el Gobierno Nacional.
Conclusión, una política equivocada y contraria a los
intereses del sector agropecuario que ha puesto en jaque varios derechos, como
el de la propiedad privada y el de la libertad de comercio, desalentando el
crecimiento más allá del permanente esfuerzo del sector por continuar
invirtiendo y tratando de retomar las tasas de crecimiento que tuvo el sector
en los cuatro años anteriores tanto en la producción como en la exportación de
granos y carnes. Claro que la bonanza de los precios internacionales actuales,
acompañados por un buen clima, pueden motivar este año un crecimiento de la
producción y llevarla a un récord, pero no se deberá a medidas favorables del
Gobierno sino al esfuerzo del productor y la situación climática e
internacional.
¿Qué se puedo esperar en el futuro? Difícil saberlo con
personas en el poder que cargan con un resentimiento profundo contra el sector,
no sólo desde aquella fatídica Resolución 125 del 2008 que puso al campo de pie
en lucha contra el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, sino desde mucho
antes, cuando el populismo endilgó el mote de “oligarquía” al sector. En el
mientras tanto, nosotros, los que amamos el campo argentino, seguiremos creyendo
que: “Cultivar el suelo es servir a la patria”.