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La
muerte, esa coronación de toda vida, es tema compartido por los catorce
cuentos de este primer libro que da a conocer Jesús María Silveyra,
argentino, nacido en 1954.
Más allá de cada
una de las historias que refiere -todas creíbles- y del perfil que la
muerte muestra en ellas, quedan en pie reflexiones acerca del valor del
instante presente respecto del desafío que plantea su irreversible
fugacidad. Como es de suponer, estas reflexiones derivan de la
apreciación que hace cada lector de acuerdo con su sensibilidad, el
grado de identificación frente al acontecer o bien en relación con el
interés que éste le despierta.
El desarrollo de
cada unidad se ajusta en tiempo, ritmo ambientación y carácter de los
personajes a la exigencia del argumento, y el estilo narrativo muestra
natural fluencia, invitando por ello a la lectura.
Dentro de lo
temático, cada cuento aporta su perspectiva acerca del protagonismo del
ser humano, inmerso en la incierta aventura de vivir y alentado hacia un
rol trascendente a pesar de su finitud.
Así, por
ejemplo, en "La casa vacía", el recuerdo convoca vivencias de una época
feliz mediante el ingreso al "mundo de la ausencia", con sus espacios
neutros y espectros sin figura; "La puerta" trata sobre el amor de dos
hombres de distintas generaciones hacía una misma mujer, en el trasfondo
de un contexto socio-político determinado; clima de leyenda y cierto
toque mágico encontramos en "El violinista"; "Las mariposas" ofrece un
interesante planteo enfocando el caso de hombres que han pasado su vida
oscilantes entre el sometimiento y la liberación; por último, "La
conferencia" remata con irónico fin a aquello de darle a cada día su
propio afán.
En suma, son
cuentos donde la síntesis de realidad -e imaginación muestra al lector,
la proximidad de sesgos enigmáticos que vale la pena considerar.
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