El
escritor Jesús María Silveyra, ya consagrado por una meritoria
producción literaria (novelas, cuentos, testimonios, crónicas y
biografías noveladas), nos regala ahora un libro vivo y actual, además
de oportuno, ya que su tema central gira en torno del verdadero AMOR.
Ya sabemos que en el mundo
actual está muy devaluado el amor. Casi se podría decir que está cautivo
en un “corralito”, que lo desnaturaliza y lo reviste de un afán egoísta
de placer. Por eso el contenido de este libro (rara avis, en esta
época), nos sorprende como si hubiera caído milagrosamente de un planeta
luminoso.
Conviene decir que el autor
tiene la excelente costumbre de conocer in situ los lugares y vivir los
acontecimientos que serán tema de su obra. En este caso, Silveyra viajó
nada menos que a Polonia y, más en concreto, a Cracovia, para ver y
vivir la visita a esa ciudad del Papa Juan Pablo II, que iba a inaugurar
la basílica de la Divina Misericordia y resaltar la figura de la santa
sor Faustina Kowalska, receptora de los mensajes del Amor Misericordioso
de Dios a la humanidad.
Al comenzar la lectura del libro
uno se siente magnetizado, porque presiente que algo trascendente se va
a manifestar. Ocurre que Silveyra tiene asombrosos recursos expresivos y
rasgos de indudable sensibilidad intuitiva. Además, su estilo es
sencillo, coloquial, pero de una humildad transparente que lo acerca al
lector con la familiaridad de un hermano cordial.
Otro de los valores que hay que
subrayar, es el acertado modo de ensamblar los relatos, las
descripciones y detalles históricos, con la transcripción de los
mensajes que le diera el Señor a Faustina Kowalska, tal cual aparecen en
su Diario personal. Esos mensajes nos introducen, nada menos, que en el
Camino de la Misericordia.
Se nota, desde luego, que el
autor nos habla con la autenticidad de sus vivencias personales y, al
mismo tiempo, nos invita, no sólo a enriquecernos con la “lluvia
misericordiosa” bajada de lo alto, sino que nos anima a difundir los
mensajes entre nuestros hermanos, los hombres, que, actualmente, en
muchos casos, caminan sin rumbo y a ciegas.
A su vez, los comentarios sobre
la persona y actuación del Papa, denotan admiración y comprensión. Muy
emotiva es también la visita del autor al campo de concentración de
Auschwitz.
Hay que agradecer a Jesús María
Silveyra esta catarata de oxígeno vital, que nos acerca a la Fuente del
Amor que nunca engaña y que siempre perdona. Un gran favor que le
podemos hacer a nuestra familia o a un amigo, es regalarle este Camino
de la Misericordia, vehículo de paz, serenidad y amor, y antídoto contra
nuestras depresiones, desilusiones y caídas.
Quiero finalizar esta nota,
transcribiendo dos de los mensajes de Jesús Misericordioso a Faustina
Kowalska, como muestra de los sentimientos del Señor hacia nosotros:
“Hazme el favor, dame todas tus
penas y toda tu miseria, y yo te colmaré de los tesoros de mis gracias”
(Diario, 1485 – pág. 40 del libro).
“Te envío a toda la humanidad
con mi Misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino
que deseo sanarla, abrazarla a mi Corazón Misericordioso” (Diario 1588,
pág.48).
Le deseo una trayectoria larga y fructífera a este mensajero del AMOR INFINITO.