No
puede haber verdad sin justicia, ni justicia sin verdad. Nuestro Señor Jesucristo
nos dijo: “la verdad los hará libres”. Elijo estas palabras para una breve
reflexión sobre la pretendida “democratización de la Justicia” y el veloz
avance de los proyectos recientemente enviados por el Poder Ejecutivo al
Congreso Nacional. Está claro que sin verdad no puede haber justicia, ya que ésta,
para esclarecer, discernir y fallar, debe procurar conocer antes la verdad de los
hechos. Sin verdad, todo proceso judicial queda oscurecido por la mentira.
Sería
bueno rescatar las palabras que en este sentido le envió el flamante Papa
Francisco al presidente de la Corte Suprema de Justicia, doctor Ricardo Lorenzetti,
dando respuesta a una misiva con felicitaciones enviadas al Santo Padre con
motivo de su elección. En la parte central de la carta, le decía: “A Dios le hablaré de usted y del
importante quehacer que desempeña y le
diré que le ayude en su ardua labor, y que asista con su luz y su gracia
a cuantos imparten Justicia en los distintos Tribunales de ese amado país. Administrar
justicia es una de las más insignes tareas
que el hombre puede ejercer. Ciertamente no es fácil y, a menudo, no faltan
dificultades, riesgos o tentaciones. Sin embargo no se puede perder el ánimo. A
este respecto es de gran utilidad tener siempre presentes los bellos ideales de
ecuanimidad, imparcialidad y nobles miras que caracterizaron a los grandes
magistrados que han pasado a la historia de la humanidad por la rectitud de su
conciencia, los conspicuos valores que los distinguían y la irreprochabilidad
con que llevaron a cabo su servicio al pueblo. Éste
va unido a la búsqueda de dar en todo momento a cada uno lo que es debido. Se
trata de respetar el orden, derrotar el mal, tutelar la verdad. Los que se
dedican a ello han de estar adornados de virtudes humanas, en particular
grandeza de espíritu, prudencia, sabiduría, integridad y fortaleza. Se requiere
asimismo diligencia y abnegación en el desempeño de las propias obligaciones,
pues cuando la justicia llega tarde o no llega, se engendra mucho dolor y
sufrimiento, la dignidad humana queda lastimada y el derecho postergado".
No
vale la pena agregar mucho a estas sabias palabras de Francisco. Quiera Dios
iluminar a nuestros gobernantes para que tomen conciencia del daño que están
haciéndole a la democracia y a la República y rectifiquen o abandonen los proyectos
que quieren aprobar. Quiera Dios también que los ciudadanos en forma pacífica
pero decidida podamos defender la Justicia, que no es otra cosa que defender la
verdad que nos hace libres. Caso contrario, nos espera la esclavitud de una
Justicia sojuzgada por el Poder Ejecutivo, que navegará en las confusas aguas
de la parcialidad, la inecuanimidad, la imprudencia, la pequeñez de espíritu,
la ignorancia, la debilidad y la mentira.