El resultado de las recientes
elecciones en Brasil, que ha obligado al presidente Lula a tener que
competir en una segunda vuelta electoral, debería llenarnos a todos los
que creemos en la democracia republicana, de enorme satisfacción y
esperanza. ¿Por qué? Simplemente, porque el pueblo brasilero, rompiendo
con la tendencia latinoamericana de los últimos tiempos, no se ha
dejado vencer por el conformismo, ni por el bolsillo, optando por
defender su dignidad. Esto es, frente a los escándalos de corrupción
que rodean al poder Ejecutivo y a pesar del buen desempeño del
presidente Lula en algunos aspectos de su Gobierno, ha preferido
castigar su comportamiento ético. Esperemos que esta actitud cívica,
con el paso de los días, se profundice y la corrupción pública reciba la
correspondiente sanción moral de los ciudadanos, dando un ejemplo al
resto de América Latina.
El mapa
electoral parece haber dejado un Brasil casi dividido en mitades, entre
el voto de los que siguen influenciados por un discurso paternalista,
demagógico y populista, que ofrece dádivas, planes de ayuda e ilusiones
de bienestar, a cambio de no pensar en las situaciones de corrupción
material o intelectual perpetradas desde el poder; y un voto más
racional y democrático que quiere de una vez por todas gobiernos
eficientes y honestos a la vez, capaces de construir repúblicas que
funcionen con seriedad (como podría ser el caso chileno).
Sabido es que
arrastramos años de frustración latinoamericana en medio de esta
encrucijada, como si la opción estuviese siempre planteada entre
gobiernos honestos pero ineficientes o eficientes pero corruptos.
Roban, pero hacen, se suele escuchar en nuestro país refiriéndose a un
sector político. Son unos inútiles, pero honestos, se solía decir de
otro sector que terminó contagiándose del primero y parece haber
perdido su ética original.
El caso de
Brasil, es alentador, teniendo en cuenta que ya removieron a un
presidente por causa de la corrupción. Si esto se contagiase al resto
de Latinoamérica sería un gran triunfo para la Repéblica. Si la gente
se olvidara del aspecto mítico de Fidel Castro y lo juzgara por su
actos reales de privación de las libertades y condena a su país a tener
que vivir en la pobreza; si analizase correctamente el comportamiento
histriónico del ex golpista Chavez quien pese a sus humoradas y a la
bonanza del petróleo ha puesto a la querida Venezuela al borde de una
guerra civil con un pésimo manejo de las cuentas públicas (a tal punto
que prefiere comprar armas a luchar contra la pobreza); si, por último,
tomara conciencia de que el exótico Evo Morales, cuya única novedad es
la de no usar trajes, está siguiendo los pasos de su financista
bolivariano pero en forma más acelerada lo que coloca a nuestro país
hermano al borde del abismo; entonces, recuperaríamos la dignidad
cívica necesaria para forjar un destino de grandeza para América
Latina.
Creo
que en el caso de nuestro país, el presidente Kirchner debiera tomar
conciencia de lo que puede ocurrirle en el corto plazo y corregir su
comportamiento, caso contrario, la permanente distorsión intelectual de
los hechos montada en la matriz ideológica del rencor y el
resentimiento, sumada a la falta de explicaciones concretas acerca del
destino del capital y los intereses del dinero de Santa Cruz, podrían
terminar modificando los resultados de las dudosas encuestas que
alimentan su discurso.