Algunas palabras sobre el mayor santo de la cristiandad en su
día. Nació como Josef (el que añade, o, que Dios añada). No se sabe si
fue hijo de Jacob (según la genealogía de Mateo) o de Helí (según la de Lucas),
pero sí que era del linaje o de la casa de David, de allí que viajara a Belén
para cumplir con el censo decretado por el emperador Augusto. Se supone que fue
hermano de Cleofás o Clopas, el esposo de una de las seguidoras de Jesús hasta
el Calvario (María la de Cleofás) y padre de algunos de los primos del Señor
que a veces se los confunde como hermanos.
Lo cierto es
que José tenía el oficio de téjnon (artesano), pero la tradición lo fue
convirtiendo únicamente en carpintero ya que así se lo menciona en los
evangelios de Mateo y de Marcos. Un trabajador desposado con una virgen llamada
María. Ambos vivían en Nazaret. Ya se habían casado, pero todavía no se había
realizado la ceremonia de la boda cuando ella recibió el anuncio del ángel
Gabriel y quedó llena del Espíritu Santo. “Porque nada hay imposible para
Dios”. Se nos dice que José era un varón justo y fiel cumplidor de la Ley.
Por eso, al enterarse del embarazo de María, no desea repudiarla públicamente
(por temor a que fuera lapidada por adúltera), sino divorciarse en silencio.
¿Pero qué ocurre mientras su esposa viaja a visitar a su prima Isabel que
modifica la decisión de José? Pues que José recibe en sueños un anuncio
paralelo del ángel que nos relata san Mateo con estas palabras: “José, hijo de David, no temas
recibir a María tu mujer, porque el niño que se ha engendrado en ella es del
Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque El
salvará a su pueblo de sus pecados”. Y hablamos de anuncio paralelo, porque es muy parecido al
tipo de anuncio que había recibido María según el relato de San Lucas. Se
repiten el “no temas”, el nombre de “Jesús” y la acción del “Espíritu Santo”.
A diferencia
de María que responde dando su sí verbalmente: “He aquí la sierva del Señor,
que se cumpla en mí según tu palabra”, José da su sí en silencio actuando.
“Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había
ordenado y recibió a María como esposa. Y sin haber tenido relaciones dio a luz
un hijo, al cual llamó Jesús”. El fiat o sí de María, es parecido al fiat
de José, porque está inspirado en el mismo Espíritu. Esta “obediencia de
fe” en José veremos luego cómo se repetirá al menos tres veces más a raíz de
sueños y anuncios: la huida a Egipto para evitar la matanza de Herodes, el
regreso a Israel a la muerte de Herodes y la elección de Nazaret para vivir
evitando la posible persecución de Arquelao.
Se podrían
decir muchas cosas de este santo en su año y día de fiesta, así como de sus
patrocinios (Patrono de la Iglesia, de América, de la Buena Muerte, del
Trabajo, etc…) o de las formas de referirse a él dentro de la Iglesia (Custodio
del Redentor, Padre de Jesús, Esposo de María, etc…), o como señala el Papa
Francisco de su patronato sobre todos aquellos que tienen que dejar su tierra a
causa de la guerra, el odio, la persecución y la miseria; pero en mi caso
rescato su “Obediencia en la Fe”, por ese sí silencioso y permanente al
escuchar el mensaje de Dios y aceptarlo como su voluntad, sin dudar, ni temer,
aún de hacer el ridículo ante los ojos del mundo.
¿Cuestión de
fe? Sí, claro, pero una fe en el Absoluto y su Misterio que, con el nacimiento
del Niño, será confirmada, ratificada y robustecida por la veneración de los
pastores, las palabras de Simeón y de Ana en el Templo y la adoración de los
Magos venidos de Oriente.