El 10 de septiembre de 1946, la Madre Teresa,
viajando en tren desde Calcuta a Darjeeling (650 kilómetros al norte, al
pie del Himalaya), recibió una "llamada dentro de la llamada",por la
que abandonaría la Congregación de la Hermanas de Loreto y fundaría las
Misioneras de la Caridad . Ella lo llamó: el "Día de la Inspiración".
¿Qué sucedió en este viaje para que cambiara radicalmente, pasando de
ser una religiosa dedicada a la educación, a entregarse a la atención de
los más pobres y olvidados?
Para entenderlo, según escriben sus biógrafos en dos
libros de reciente aparición, debemos referirnos al "voto secreto" que
realizó cuatro años antes y que consistió en su compromiso de "no
negarle nunca nada a Dios". Es decir que a sus votos de obediencia,
pobreza y castidad, añadió el de la sumisión total a la voluntad de
Dios. De esta manera se puede comprender por qué la Madre Teresa fue tan
fiel y perseverante en llevar a cabo su misión, incluso más allá de la
oscuridad interior que acompañaría parte de su vida.
La Madre Teresa escribió: "Era una segunda llamada
para abandonar incluso Loreto, donde estaba muy feliz, para ir a las
calles a servir a los más pobres de los pobres. Fue en aquel tren que oí
la llamada para dejarlo todo y seguirlo a Él a los barrios más
miserables ... Yo sabía que era Su voluntad y que tenía que seguirlo. No
había duda que iba a ser Su obra". Y en otra carta agregó: "Me hizo una
llamada para saciar la sed de Jesús sirviéndole en los más pobres de
los pobres".
Durante ese viaje ella tuvo una experiencia tan
extraordinaria de Dios que cuando bajó del tren ya no era la misma. Ella
diría: "En la fuerte gracia de Luz y Amor divinos que Madre recibió
durante el viaje, es donde empiezan las Misioneras de la Caridad ... en
las profundidades del infinito anhelo de Dios de amar y ser amado".
Según le dijera al padre Langford, "fue un encuentro con la sed de Jesús
". Pero aquella sed de Jesús Crucificado, no era física, sino que "era
su sed de amar y ser amado". De allí que mandara colocar en las capillas
de las casas de sus congregaciones un cartel con la frase: "Tengo sed" y
que explicara frecuentemente: "Sus palabras no son algo del pasado,
están vivas aquí y ahora, dichas a ustedes. ¿Lo creen? ...¿Por qué dice
Jesús: 'Tengo sed'? ¿Qué significa? ...'Tengo sed' es algo mucho más
profundo que si Jesús dijera simplemente: 'Te amo'. Hasta que no sepan
profundamente en su interior que Jesús tiene sed de ustedes, no podrán
empezar a saber quién quiere ser Él para ustedes, o quién quiere que
sean ustedes para Él".
A partir de aquel viaje y hasta principios de 1947
empezó a recibir locuciones de Jesús (ella llamó a este fenómeno: "la
Voz"). Según escribiera al padre Van Exem y luego al arzobispo Périer,
Jesús, entre otras cosas, le decía: "Quiero hermanas indias Misioneras
de la Caridad, que serán Mi fuego de amor entre los más pobres, los
enfermos, los moribundos y los niños pequeños de la calle". "Quiero
religiosas libres, revestidas con Mi pobreza de la Cruz. Quiero
religiosas obedientes, revestidas con mi obediencia de la Cruz. Quiero
religiosas llenas de amor, revestidas con la caridad de la Cruz. ¿Te
negarás a hacer esto por mí?". Por momentos la Voz se volvía muy dura
con ella: "¿Tienes miedo a dar un nuevo paso por tu Esposo? ¿Por mí, por
las almas? ¿Se ha enfriado tu generosidad? ¿Soy secundario para ti? Tú
no moriste por las almas, por eso no te importa lo que les suceda. Tu
corazón nunca estuvo ahogado en el dolor como lo estuvo el de Mi Madre.
Ambos nos dimos totalmente por las almas. ¿Y tú?". Pero, en otros
momentos, la Voz era suave y suplicante: "Pequeña mía, ven, ven, llévame
a los agujeros de los pobres. Ven sé mi luz. No puedo ir solo. No me
conocen, por eso no me quieren. Tú ven, ve hacia ellos, llévame hasta
ellos".
Además de escuchar "la Voz", en ese tiempo, tuvo
tres visiones. En la primera: "Vi una gran muchedumbre, todo tipo de
personas, muy pobres y también había niños. Todos ellos tenían sus manos
alzadas hacia mí. Yo estaba de pie y ellos alrededor. Gritaban: 'Ven,
ven, sálvanos, llévanos a Jesús". En la segunda: "Pude ver gran dolor y
sufrimiento en sus rostros. Yo estaba arrodillada cerca de Nuestra
Señora que estaba frente a ellos. No vi su cara, pero oí que decía:
'Cuida de ellos, son míos. Llévatelos a Jesús. Tráeles a Jesús. No temas
..." En la tercera de las visiones, nuevamente vio la muchedumbre, pero
esta vez: "Estaban cubiertos de oscuridad. Sin embargo, los podía ver.
Nuestro Señor estaba en la Cruz. Nuestra Señora, a poca distancia de la
cruz y yo como una niña en frente de ella ... Ambas estábamos frente a
la Cruz. Nuestro Señor dijo: 'Te lo he pedido. Ellos te lo han pedido y
ella, Mi Madre, te lo ha pedido. ¿Te negarás a hacer esto por Mí, cuidar
de ellos, traérmelos?' Yo respondí: 'Tú sabes, Jesús, que estoy
preparada para ir enseguida". Y la Madre agrega en esta carta: "Desde
entonces, no he oído ni he visto nada, pero sé que todo lo que he
escrito es verdad".
Envuelta en esta experiencia mística tan
particular, la Madre Teresa comenzó a pedir la dispensa para salir de su
Congregación e iniciar la obra. Primero fue con su confesor, luego con
el arzobispo, más tarde con la Madre Superiora y finalmente con el
Vaticano. Al año y medio, obtuvo todos los permisos. Según los expertos,
fue más rápido que lo habitual. Su perseverancia e insistencia para
salir de la comodidad en que vivía e ir a meterse en los "agujeros
oscuros" de los pobres de Calcuta, fue notable. Así, esta pequeña
religiosa, de apenas un metro y medio de altura, dejó la casa de las
Hermanas de Loreto, se vistió como una hindú, con un sencillo sari
blanco y salió a llevar la luz de Cristo a los barrios marginales de
Calcuta. En la pobreza, se fue haciendo cada vez más fuerte, a tal punto
que el ex Secretario General de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, llegó a
decir que era la mujer más poderosa del mundo.
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Las dudas de una santa.
“Si alguna vez llego a ser santa, seguramente seré
una santa de la ‘oscuridad’, porque estaré continuamente ausente del
Cielo para encender la luz de aquellos que en la tierra están en la
oscuridad”, decía la Madre Teresa. Lo cierto es que luego de recibir
aquella “llamada”, ella también vivió su propia oscuridad, al igual que
muchos otros santos de la Iglesia, situación que pasó desapercibida para
quienes la frecuentaban, porque siempre estaba con una sonrisa,
desperdigando amor entre los pobres.
Según el padre Kolodiejchuk, “sus tinieblas se convirtieron en su más
grande bendición”. Para el padre Langford “su noche oscura fue una
escuela del espíritu donde aprendió a aferrarse a Dios, incluso en su
dolor, mientras se ocupaba del dolor de los demás en lugar de
abandonarse al propio”.
“Si alguna vez llego a ser santa, seguramente seré
una santa de la ‘oscuridad’, porque estaré continuamente ausente del
Cielo para encender la luz de aquellos que en la tierra están en la
oscuridad”, decía la Madre Teresa. Lo cierto es que luego de recibir
aquella “llamada”, ella también vivió su propia oscuridad, al igual que
muchos otros santos de la Iglesia, situación que pasó desapercibida para
quienes la frecuentaban, porque siempre estaba con una sonrisa,
desperdigando amor entre los pobres.
Según el padre Kolodiejchuk, “sus tinieblas se convirtieron en su más
grande bendición”. Para el padre Langford “su noche oscura fue una
escuela del espíritu donde aprendió a aferrarse a Dios, incluso en su
dolor, mientras se ocupaba del dolor de los demás en lugar de
abandonarse al propio”.
Algunas frases sueltas tomadas de sus cartas, quizás
puedan servir para tener una idea del sentimiento interior, no obstante
el cual, jamás perdió la fe. “Mi alma permanece en profundas tinieblas y
desolación. No, no me quejo, que haga conmigo todo lo que Él quiera”.
“Parece que Dios se esconde por un tiempo. Puede ser doloroso y si dura
mucho se convierte en un martirio”. “Rece por mí, pues en mi interior
hay un frío glacial. Sólo la fe ciega me sostiene”. “Quiero amarle como
nunca ha sido amado y, sin embargo, hay esa separación, ese terrible
vacío, ese sentimiento de ausencia de Dios”.
Seguramente, en su noche oscura, el Señor le
compartió la experiencia de su sed y en los últimos instantes, le regaló
nuevamente aquella presencia de amor que vivió en el tren y que un año
antes de morir, estando gravemente enferma y sin poder comunicarse, la
impulsó a pedir un papel y escribir: “Quiero a Jesús”.