La joven advocación continúa una tradición mariana que viene desde la colonia.
Se cumplen
veinticinco años del comienzo de las Apariciones de la Virgen en San
Nicolás, a la señora Gladys Quiroga de Motta. “Gladys: Mi amor de
Madre se vuelca hacia mis amados hijos. En este pedazo de tierra
bendita, el Señor renueva el alma; aquí, el Señor fortalece el
espíritu, aquí, la Madre espera de sus hijos el nacimiento del hombre
nuevo, para hacerlo crecer con un corazón abierto, un corazón limpio y
merecedor de las bondades del Señor“, le decía María en un mensaje de
mayo de 1987. Si bien el Vaticano no se ha pronunciado oficialmente
sobre los acontecimientos, estos gozan de un decidido apoyo por parte
de los obispos argentinos, dentro del marco de las llamadas
“revelaciones privadas”. Conviene aclarar que para la Iglesia Católica,
a diferencia de lo que sucede con la “revelación pública” (Biblia y
Magisterio), los fieles tienen absoluta libertad para creer o no en
ellas. El Catecismo dice que “a lo largo de los siglos ha habido
revelaciones llamadas privadas, algunas de las cuales han sido
reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Su función no es la de
completar la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a
vivirla más plenamente en una cierta época de la historia”.
Un 25 de
septiembre de 1983, Gladys tuvo el primer encuentro con María y desde
entonces no cesó el cambio en su vida, ni en esta ciudad industrial
recostada sobre las riberas del Paraná; las mismas en donde, unos
pocos kilómetros río arriba, el general Manuel Belgrano izó por primera
vez la bandera nacional, para cuya confección tomó como referencia
los colores de la Inmaculada. El prócer, además, tenía una especial
devoción por Nuestra Señora del Rosario (advocación originaria de
Europa, cuya imagen, diferente a la de San Nicolás, fue traída a
Buenos Aires en 1585) y por esa razón el rezo del Santo Rosario era
común en su tropa. “Hijos: Sabéis que os hablo, que estoy muy cerca de
vosotros, deseo que estéis vosotros cerca de mi Corazón“. Veo una
bandera celeste y blanca, es nuestra bandera y otra más grande, toda
azul, es un azul claro. Le pregunto por qué veo esas banderas y me
dice: “Es que Yo protejo a tu país, protejo a la Argentina. Este
mensaje es para tu pueblo“ (mensaje de agosto de 1985).
Fue en San
Nicolás de los Arroyos –la “ciudad del Acuerdo” que en 1852 permitió
sentar las bases de la organización nacional y allanó el camino para
el dictado de la Constitución de 1853–, donde laMadre de Dios se hizo
presente por vez primera en el país en forma de “apariciones” a una
vidente y dando “mensajes”, en los que había como una triple relación
con otros acontecimientos marianos a nivel mundial. En primer lugar,
el llamado a la conversión y a la oración, en especial del Santo
Rosario, tejiendo una línea de continuidad con lo que había ocurrido
sin grandes palabras en Lourdes, y más explícitamente en Fátima y
Medjugorje. En segundo lugar, el pedido de acuñar una medalla, que
recordaba a Catalina Labouré y la Medalla Milagrosa, y a confeccionar
un escapulario, que se vinculaba con Simón Stock y el escapulario de la
Virgen del Carmen. Por último, el llamado a la construcción de una
capilla o templo, como había sucedido ya en México, en el caso de
Guadalupe, o en Francia, con Lourdes; un templo que debía construirse
en el campito aledaño al río, en un lugar preciso indicado por María a
través del rayo de luz caído del cielo que, no sólo vio Gladys Motta,
sino la niña Lorena Pellicciota. Este Templo, que en su diseño guarda
cierto parecido con la basílica de Nuestra Señora de Itatí, en
Corrientes, cada año muestra signos de avance en su construcción. Para
las bodas de plata está planeada la inauguración del sector que está
bajo la enorme cúpula. “Vuestra Madre os pide Su morada. No quiero
esplendores, quiero sí una casa espaciosa” (mensaje de mayo de 1984). Y
hay que tener en cuenta que todo ha sido realizado con el exclusivo
aporte de los peregrinos y las donaciones de los feligreses.
Los mensajes
de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás, que se extienden desde
1983 a 1990, fueron finalmente publicados en su conjunto con la
autorización del obispo, monseñor Domingo Castaña, en noviembre de 1990.
En uno de sus primeros mensajes, de octubre de 1983, la Virgen decía:
“Amados hijos, necesitados estáis de Mí, es tiempo de rezar, es tiempo
de pedir, arrepentíos y se os dará“. “Que mi semilla no sea vana y lo
sembrado dé su fruto. Gloria al Eterno Padre“. Y al cabo de los años
transcurridos, los frutos son más que evidentes. Cientos de miles de
peregrinos que se acercan al santuario todos los años, en especial los
fines de semana y los días 25 de cada mes. Conversiones, tanto de gente
que abraza la fe, como de quienes vuelven a ella. Curaciones, físicas,
afectivas y espirituales. Fenómenos sobrenaturales que señalan la
presencia especial de María, tales como el olor a rosas, los rosarios
luminosos, el sol girando, o hasta las nubes en forma de paloma posadas
sobre la cúpula del templo. Frutos que cualquiera puede observar
dándose una vuelta por el santuario, viendo la fe y emoción de los
peregrinos al tocar el vidrio que protege la imagen; o que uno reconoce
al escuchar las historias de sanaciones debidas a la intercesión de
María del Rosario de San Nicolás.
El 25 volverán
a sacar la imagen de María del gran templo y la llevarán en procesión
hasta el altar que levantarán en el campito. Allá irá ella, con su
manto celeste, el velo blanco y el vestido rosa, cargando en un brazo
el niño y portando el gran rosario de cuentas marrones. Sonarán las
campanas de la iglesia, encenderán petardos y fuegos de artificio, la
multitud arrojará a su paso flores y papeles, al tiempo que flamearán
pañuelos blancos, pancartas de todo tipo y banderas del Vaticano y la
Argentina. Habrá llantos, emociones, aplausos, recuerdos y vítores.
¡Viva María!, será el grito. Y en el aire quedará flotando ese gran
misterio de la predilección de María por nuestro pueblo. “¡Hija, a los
hijos de este querido país! Yo les daré fortaleza ante las
dificultades y los alumbraré con la permanente Luz que brinda Cristo.
Que nadie desmaye y que la fe eche raíces en los corazones“ (mensaje de
octubre de 1987).
Una mujer obediente a la iglesia y de bajo perfil
Gladys Herminia
Quiroga de Motta es una mujer sencilla. Nació en San Nicolás el 1°. De
julio de 1937, última hija de ocho hermanos. Su padre trabajó en la
fábrica textil de la cercana localidad de “La Emilia”, donde ella
estudió hasta cuarto grado. Tuvo una educación religiosa normal, de ir
los domingos a misa y rezar el rosario en casa, pero lejana a toda
formación bíblica o teológica. Se casó a los 21 años con Ricardo Motta,
un ex empleado de SOMISA. Hoy tiene 71 años, 2 hijas y siete nietos.
Esta mujer
abrió su corazón a María, transmitió sus mensajes y recibió signos
visibles de los estigmas del Señor en su propio cuerpo. La primera
aparición tuvo lugar el 25 de septiembre de 1983, pero tiempo antes
comenzaron las manifestaciones milagrosas. Un rosario, colgado sobre una
de las paredes de su casa se volvía luminoso cuando rezaba y mucha
gente fue testigo de ello.
Siempre fue
fiel y obediente a María y a la Iglesia. A María, transmitiendo sus
mensajes que venían acompañados por citas bíblicas, para ella,
generalmente desconocidas; e insistiendo en la necesidad de levantar el
Templo pedido por la Virgen. A la Iglesia, porque desde un primer
momento buscó el consejo de un sacerdote, dejó que distintos
profesionales la revisaran y que otros analizaran los mensajes antes
de difundirlos. En el medio, una vida llena de pruebas, frecuentes
ayunos y oración.
Hoy en día,
según varias fuentes, la Virgen se le sigue apareciendo, pero Gladys
pasa casi desapercibida, ya que no da entrevistas y sólo reza ante la
Virgen por los enfermos y las necesidades de los peregrinos que se
agolpan frente a su casa abarrotando el buzón de cartas y pedidos, o
los conocidos que la llaman por teléfono pidiéndole por alguien.