No debe llamarnos la atención que se quiera tratar,
en el Congreso nacional, un proyecto para adaptar la ley de "matrimonio"
a personas del mismo sexo. Estas ideas absurdas provienen de la
corriente relativista predominante en el mundo occidental, otrora
"desarrollado", que ha caído en una crisis de valores pronunciada,
perdiendo no sólo su original identidad, derivada de la civilización
judeo-cristiana, sino abandonando el posterior dominio de la lógica y de
la razón.
Porque, en verdad, no tiene lógica ni
razonabilidad algunas querer aplicar una figura jurídica como el
"matrimonio" a dos personas del mismo sexo. Baste tener en cuenta que el
origen de la palabra lo podemos encontrar en el derecho romano, cuando
se habla de matrimonium como el derecho que adquiere la mujer que
contrae este vínculo para tener hijos dentro de la legalidad. Esta
palabra latina proviene del conjunto formado por mater (madre) y el
sufijo monium (calidad de). Es decir que, etimológicamente, significa
"calidad de madre", que el derecho romano recoge para decir que se
adquiere la calidad legítima de madre a través del vínculo matrimonial.
Es importante tener esto en cuenta, porque,
muchas veces, se interpreta mal el sentido de esta palabra, asociando el
origen del término con el sacramento cristiano del matrimonio; es
decir, con una figura impuesta por la Iglesia Católica. Esto no es así,
ya que se establece en el derecho romano, con anterioridad al
cristianismo.
Otra cosa es que la Iglesia defienda, por una
cuestión de fe, de lógica y de naturalidad, la institución matrimonial
como aquella compuesta por un hombre y una mujer que se unen para, entre
otras cosas, procrear y formar una familia.
El matrimonio entre homosexuales ha sido
aprobado en países como Holanda, Bélgica, Suecia, Reino Unido, España y
Uruguay; en general, sin el voto de la ciudadanía, a través de
decisiones legislativas.
El presidente del gobierno español, José Luis
Rodríguez Zapatero, es uno de los grandes abanderados e impulsores de
esta aberración jurídica, quizá debido al odio que mantiene, desde sus
orígenes, el PSOE contra la Iglesia Católica.
Pero lo absurdo de este debate en torno del
"matrimonio" entre homosexuales es que se quiera, a toda costa, adaptar
esta figura jurídica a parejas del mismo sexo, cuando ya existe (como
ocurre en el caso de la ciudad de Buenos Aires) la llamada "unión
civil", que otorga similares derechos y deberes a los partícipes de la
unión, en la que sí pueden ser del mismo sexo.
Esta verdadera obstinación, que se vincula, de
alguna manera, con la de exigir, posteriormente, la posibilidad de
adoptar niños por parejas homosexuales, pareciera estar ligada a una
profunda frustración que surge de la imposibilidad de ser "madre" por
parte del varón o de quienes naturalmente forman parte del sexo
masculino.
Claro está que también existen los intentos de
implantación de órganos para que el varón pueda gestar o portar en su
seno un hijo, pero lo que jamás podrá hacer es procrear. Por lo tanto,
nunca será una verdadera madre, por más que imponga sus absurdos
caprichos minoritarios a través del fuerte lobby económico-político, por
encima de los intereses de las mayorías (sí, en cambio, podrá serlo una
mujer lesbiana, aunque no como producto de su relación homosexual, sino
por la vía de la fertilización o, simplemente, de practicar sexo con un
hombre, con el fin de "tener" un hijo).
Pero, bueno, como el absurdo del relativismo es
dominante en el mundo occidental que nos toca vivir, debemos estar
preparados para todo; incluso, a que terminemos llamando "madre" a un
hijo o "padre" a una tía.