Se realizó la protesta del campo
convocada originalmente por la Federación Agraria Argentina (FAA) y a la que
fueron adhiriendo todas las entidades de la mesa de enlace y muchas
organizaciones intermedias, pese al llamado que hizo a “trabajar unidos” el
ilusionista ministro de economía, Sergio Massa, y a las quejas de su secretario
de Agricultura, Ganadería y Pesca, diciendo que algunas medidas de ayuda han
tomado. La protesta estuvo muy bien y adhiero a la misma, porque a la serie de
políticas y normas restrictivas y distorsivas contra el campo tomadas por este
Gobierno desde que asumió el poder, se le han sumado las inclemencias del
tiempo de una “Niña” que hace tres años que no nos deja en paz y que durante
esta campaña causó estragos. Y protestar cuando los paliativos que se han dado
al sector son una “tomada de pelo”, es una forma de defender la dignidad
productiva del país. La protesta, en ese caso, se convierte en un “grito
de esperanza” para que algo cambie. Es como decir: acá estamos, queremos seguir
produciendo, pero no nos traten de ingenuos, ni nos inviten a mesas de diálogo
para la foto, ni nos devuelvan migajas de lo que nos sacan, ni sean insensibles
a lo que nos pasa. Es un decir basta. Y en ese basta comenzar a pensar
en que el campo debe contribuir e impulsar a que cambien las cosas en el futuro
del país, con elecciones presidenciales, legislativas, provinciales y municipales
por delante. Porque, para que cambien las cosas, se debe ser un activo protagonista.
Por
otra parte, en momentos en que el productor comienza a pensar en la próxima
cosecha fina y los climatólogos auguran una retirada de la “Niña” al menos para
ir hacia una neutralidad, la inversión seguramente tendrá en cuenta cómo será
la próxima política que regirá para el sector agropecuario con el nuevo
Gobierno, desde la cambiaria e impositiva hasta la comercial y financiera. Sin
duda, la política cambiaria es de vital importancia para el sector, no sólo por
el tipo de cambio que reciben los productos exportados sino, en menor medida,
por el costo de los insumos importados. Uno de los dilemas más grandes que
tendrá que enfrentar el próximo Gobierno, será qué hacer con el cepo cambiario.
Removerlo de entrada como se hiciera apenas asumió la anterior gestión
de Mauricio Macri, con los efectos positivos y negativos que tuvo en aquellas
circunstancias; quitarlo con un cierto gradualismo, estableciendo
primero un dólar comercial y otro financiero, o mediante algún otro diseño de
ingeniería económica y financiera; o mantenerlo tal cual está. Como mantenerlo
sería una locura, porque está probado y recontra probado que son mayores los
efectos negativos que los positivos para la economía, esta posibilidad
queda descartada a menos que el oficialismo retenga el poder y siga
persistiendo en una política que nos hunde cada vez más en la pobreza y la
decadencia.
Tomemos
entonces las dos posibilidades de cambio, hacerlo de golpe o con cierto
gradualismo. En el primer caso, habrá que definir también como será el
tipo de flotación del tipo de cambio, si totalmente libre o con
intervención del Banco Central. Entre otras cosas, habrá que medir el
impacto inflacionario que tendría el levantamiento del cepo, así como las
reservas monetarias con las que debería contar el Banco Central si se pretende
alguna intervención en el mercado, o, por ejemplo, si será necesario el
establecimiento o no de ciertos “buffers” temporales para la autorización del
giro de divisas al exterior frenados por este Gobierno. En el segundo caso, si
se recurriera a una salida del cepo a través del desdoblamiento cambiario, es
decir un dólar comercial y otro financiero, habrá que medir también sus efectos,
aunque fuesen menores, en materia inflacionaria, pero cómo afectaría esto en
el nivel de confianza económica y por qué plazo se mantendría el dólar
comercial y de qué manera en la línea del tiempo se pensaría en una
convergencia para llegar a la unificación cambiaria.
Lo
dicho precedentemente, no es más que una modesta invitación a que se
comience a discutir públicamente este tema de vital importancia para el futuro
de la economía nacional y los candidatos a la presidencia deberían de ir
poniendo este tema en la mesa de análisis como parte del debate para que lo
conozca la ciudadanía, ya que es muy difícil imaginar que el actual ministro
Sergio Massa intentará en lo que resta del actual mandato corregir total o
parcialmente el esquema cambiario. Al contrario, todo llevaría a pensar que no
les importa mucho el país sino llegar al término del mismo, aunque al que venga
le vaya a estallar todo esto desde el primer día de Gobierno. Por eso, es casi
un deber técnico de los economistas la elaboración y puesta en común de todo
tipo de alternativas y propuestas concretas en la materia. Ya sabemos que
cuando no se explican las cosas, cuesta mucho más digerirlas. El campo,
seguramente, se los va a agradecer no sólo en la pampa húmeda sino en todas las
economías regionales donde buena parte de la producción se dedica a la
exportación y a la generación de divisas.