Estamos en el período de toma
de decisiones finales de siembra por parte del productor. El mercado
analiza si crecerá o no el área de siembra de trigo y si se aplicarán luego los
insumos adecuados para obtener una nueva producción récord en la Argentina.
Lo que hará el productor tiene
una parte de incógnita, por más que tengamos en cuenta las perspectivas
climáticas, el costo de producción y los posibles márgenes de rentabilidad ante
las proyecciones de precios en el mercado local e internacional. ¿Por
qué? Pues, para algunos, el productor posee un recurso disponible que
necesariamente debe utilizar y, para otros, no necesariamente es así,
porque hay en juego una inversión productiva que no siempre la realiza
el dueño de la tierra sino el arrendatario o el contratista y es ahí donde
entran a jugar distintos factores de incertidumbre y aversión al riesgo, máxime
en un año atípico con los temores que genera la pandemia del Coronavirus y sus
consecuencias económicas en el mundo y en el país, que se traducen en una
vertiginosa caída del tipo de cambio real agrícola y la incertidumbre
futura respecto a posibles aumentos de derechos de exportación o intervenciones
del Estado en el mercado.
Pero sin meternos en el
análisis de estas últimas cuestiones, miremos lo que hasta hoy tenemos como
datos. Hace unos días la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, estimó que el área
sembrada de trigo sería de 6,7 millones de hectáreas frente a los 6,6 millones
de la campaña pasada, debido a perspectivas climáticas y económicas favorables
para el cultivo. Es decir, un incremento del 1,5% del área respecto a la del
ciclo previo, “traccionada por un escenario de perspectivas climáticas
predominantemente favorables durante la ventana de siembra y por los incentivos
económicos dados por una mejora en la relación insumo-producto", según
dijeron. Esto, considerando los números de la mencionada entidad, ya que para
el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, el área del año pasado fue de
6,9 millones de hectáreas.
Desde el punto de vista de los
perfiles de humedad existentes y precipitaciones esperadas
para la etapa de siembra, pareciera no existir problemas y las
recientes lluvias lo reafirman, así como el análisis de distintos expertos
en climatología. Respecto a los precios internacionales, pese a la
caída de los últimos días (el trigo en Chicago cayó un 4% en una semana), es
el commodity que mejor se ha defendido de la pandemia, no afectado ni por
la caída de los precios de la energía (como lo están el maíz o los aceites), ni
por la baja del consumo forrajero, aunque a la larga debemos tener en cuenta
que según los últimos datos del USDA se espera un incremento de la producción
mundial y de los stocks. Claro que si de estos guarismos se excluye a China la
cosa cambia y todavía no está jugado del todo el “riesgo climático” en los
países productores del hemisferio Norte.
En cuanto al mercado local,
los datos que tenemos son de una caída fuerte de precios en la última semana
para la posición diciembre (de U$S 170.- a U$S 160 en el Mercado a Término),
para muchos por una mezcla de la baja en el mercado internacional, las
abundantes lluvias locales y la supuesta “ruptura” con el Mercosur que podría
afectar las futuras ventas a Brasil. Sin embargo, según quienes proyectan
márgenes todavía no arrojarían pérdidas, sobre todo en campos propios.
Por otra parte, las declaraciones juradas de venta al exterior (DJVE) para la
campaña 2020/21 llevan un total registrado de 1,3 millones de toneladas, frente
a 450 mil a esta altura del año pasado y las compras anticipadas de la cosecha
venidera están hoy, según datos del SIO Granos, en 1,1 millones de toneladas,
frente a 830 mil del año pasado.
Con respecto a la situación
desatada con Brasil por la salida de Argentina de las negociaciones del
Mercosur en los tratados de libre comercio con Canadá y Corea,
si bien el arancel externo común (AEC) se mantiene por ahora en el 10%, las
malas relaciones siempre pueden empujar al país hermano no sólo a hacer uso de
la cuota OMC de 750 mil toneladas libre de aranceles de cualquier origen, que
no utilizaron en los últimos años, sino a que se coloque al trigo en la lista
de exclusión de productos alcanzados por el AEC.
Conclusión: si
bien en la zona norte y centro del país las decisiones de siembra deben ya
estar bastante tomadas, queda todo el centro y sur de la provincia de Buenos
Aires con margen para decidir, aunque ya se habla de una fuerte reducción del
área de cebada que podría moverse hacia el trigo. Veremos, ya que en estos
tiempos de pandemia y cuarentenas prolongadas, con cambios sustanciales en el
consumo mundial, otra cosa no se puede decir.
Respecto a la
relación con Brasil y los acuerdos del Mercosur, ya todos los actores de la
cadena se han pronunciado en forma negativa a cualquier ruptura y uno, que ha
participado en el pasado de estas negociaciones, sólo puede agregar: tengamos
conciencia de las decisiones que tomamos y cómo pueden afectarnos. El
productor necesita señales claras para decidir.