Soy de aquellas personas a las que le produce un bien inmenso rezar el rosario.
Lo hago menos de lo que debiera, pero siempre es un gozo cuando me doy ese
tiempo personal acompañado de una práctica centenaria. Ir pasando las cuentas,
alabando a Dios y haciendo un acto especial de devoción a la Virgen María, madre
de Jesucristo a quien, los cristianos, confesamos como hijo de Dios y Salvador
del mundo, ya que nos redimió entregando su vida por nosotros.
Dicen que este
tipo de oración data del siglo IX, cuando los creyentes cristianos reemplazaron
el rezo diario del salterio que se hacía en los monasterios, por una práctica
más simple que dio en llamarse el salterio de la Virgen, consistente en rezar
150 avemarías. Fue en el siglo XIII, que santo Domingo de Guzmán (fundador de
los dominicos) extendió esta práctica por Europa a pedido de la propia Virgen,
con el número de cuentas que se lo conoce hoy en día (cincuenta y nueve).
Es
curioso que los musulmanes también tengan su "rosario", llamado tasbih, que por
lo general utilizan para invocar a Dios recitando sus noventa y nueve nombres o
exaltando determinados atributos; y que también los tengan los hindúes y
budistas (lo llaman mala o yapa mala), para invocar a alguna deidad o recitar
sus mantras. Conclusión, el rosario (ristra o sarta de cuentas unidas por un
cordel) es un símbolo religioso asociado con la oración. Y la oración no es otra
cosa que una práctica religiosa tendiente a establecer un nexo entre el hombre y
Dios, entre la creatura y su Creador o, si se quiere, entre lo inmanente y lo
trascendente. Por consiguiente, aquellas personas que no creen en Dios, ni en lo
trascendente, difícilmente puedan apreciar el verdadero sentido de la oración,
ni el valor de un símbolo como el rosario.
Ocurre algo parecido con el kipá,
cuyo uso predomina entre los practicantes del judaísmo, sobre todo dentro de las
sinagogas o en los cementerios, simbolizando que por encima del hombre se
encuentra un ser superior, que es Dios, el Creador. El solideo utilizado por los
Papas, cardenales y obispos católicos (que "sólo" se quitan ante Dios o durante
las celebraciones litúrgicas) o el kufi que los musulmanes suelen ponerse dentro
de las mezquitas o al realizar sus oraciones, también están dentro de esa línea
de simbolismo respetuoso ante el Absoluto y su Misterio.
Todo esto viene a
cuento de un hecho lamentable acaecido recientemente en la legislatura de la
ciudad de Buenos Aires, al momento de votarse la llamada ley de "aborto no
punible", cuando la legisladora María José Lubertino al escuchar los argumentos
de quienes se oponían al proyecto, escribió en su twitter: "Morales Gorleri y
Bergman: ¡saquen sus rosarios y sus kipás de nuestros ovarios!"; sorprendiendo
no sólo a los opositores sino a los propios miembros del bloque de la
legisladora quienes posteriormente pidieron disculpas porque su compañera (a la
sazón, ex presidenta del Instituto Nacional Anti Discriminación) había ofendido
los caros sentimientos de católicos y judíos.
Este hecho no debe extrañarnos a
la luz de lo que ocurre actualmente en el mundo occidental y, por ende, en
nuestro propio país, donde los valores religiosos son vilipendiados y rechazados
por la llamada corriente "progresista" de la humanidad que sólo se descubren
ante sí mismos, reemplazando el soli-Deo (solo ante Dios), por el "solo-me veo a
mí mismo". Es dentro de esa corriente donde se enmarca y profundiza este
proyecto, tratando de legislar sobre la excepción (aborto no punible en caso de
violación) pero que, debido a la corrupción imperante en nuestro país, legisla
sobre la excepción para luego hacerlo extensivo a la generalidad. En una
palabra, como dice el dicho nacional: "hecha la Ley, hecha la trampa", que es lo
que tratan de evitar quienes se oponen a la norma, ya que autorizar a que
cualquier mujer mayor de 14 años, sin autorización de sus padres (en el caso de
ser menores de edad), ni necesidad de certificado médico o denuncia policial,
puedan solicitar que se les practique un aborto, firmando solamente una
declaración jurada, es casi como aprobar el aborto en la Argentina.
Quiera Dios
que el jefe de Gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires vete esta Ley y
que, en todo caso, se llame a una consulta popular al respecto, ya que en la
mayoría de los casos, los legisladores fueron electos como representantes por
sus representados (el pueblo), sin que en las plataformas políticas de los
partidos por los que fueron electos figurasen estos proyectos. En cuanto a la
ofensa de la legisladora, dejemos que ese mismo Dios, a quienes los fieles de
las grandes religiones rinden culto y devoción, la juzgue, rogando que no se
despierte en nuestro país el fundamentalismo ni religioso, ni anti-religioso,
que tanto mal causa en otros lugares del mundo.