Como escritor, debo reconocer que la realidad
argentina supera con creces a la ficción. Basta tomar en consideración
lo ocurrido con el presidente del Banco Central, para sumergirnos en el
mejor realismo mágico latinoamericano, al estilo de Gabriel García
Márquez, aunque, en este caso, no se trate de Cien años de soledad, sino
de Un mes de circo criollo . Porque pasó casi un mes desde que la
señora presidenta tomó la decisión de firmar un decreto de necesidad y
urgencia (el DNU Nº 18, del 7/01/2010), echando al licenciado Hernán
Martín Pérez Redrado del BCRA, hasta el día miércoles 3 del corriente,
en que la señora Cristina Fernández de Kirchner volvió a firmar un
decreto (esta vez de carácter normal, el número 189/2010), removiendo
nuevamente a Redrado, convirtiendo todo lo sucedido en un verdadero acto
circense que ha tenido todo tipo de ingredientes, desde el paroxismo de
los consejos sobre sexualidad de la presidenta (vía el pechito de cerdo
y los vuelos de pollo), hasta los actos rayanos en el ilícito
descubiertos a través de las confesiones de Pérez Redrado acerca de los
"amigos del poder" que compraron dólares en octubre de 2008, entre
quienes se descubrió que estaba el ex presidente Néstor Kirchner.
Vale la pena tener en cuenta que el circo
criollo históricamente se ha diferenciado del circo de estilo europeo
por agregar la actuación a la exhibición de las habilidades de payasos,
malabaristas, domadores de leones y trapecistas. Así, se dice que el
circo criollo tiene su origen en nuestro país cuando, en abril de 1886,
se hizo una representación del Juan Moreira, en el circo de los hermanos
Podestá.
Los personajes principales han sido el
matrimonio presidencial, el jefe de gabinete, Aníbal Fernández; el
mencionado Hernán Martín Pérez Redrado, la jueza María José Sarmiento, y
el vicepresidente Julio Cobos. Como actores de reparto, quedaron
diversos funcionarios y representantes de la oposición. La señora
presidenta, haciendo gala de su carácter autocrático, firmó el DNU sin
importarle un comino que la carta orgánica del BCRA exigiera el dictamen
previo de la comisión bicameral. Obligada, luego, por la justicia,
debió esperar a que la mencionada comisión emitiera su dictamen no
vinculante, para poder echar a Redrado.
Lo interesante del asunto y que prueba su
carácter autocrático, por más bromas que haya utilizado al recomendar
suplantar el Viagra por la bondiola, es que, en la conferencia de prensa
que dio para anunciar la firma del nuevo decreto de remoción, hizo
alusión a la letra de una chacarera, que dice: "tanto correr para llegar
al mismo lado", mencionando el mes que hubo que esperar para llegar a
lo mismo. Lo que olvidó la señora presidenta es que, al ejercer el cargo
que ella ocupa, no se trata de volar como los pollos o de comer carne
de cerdo, sino de cumplir con la ley. Vale la pena repetirlo: cumplir
con la ley y dar el ejemplo, aunque en el circo criollo todo sea tomado
en broma, que es lo que parece hacer cotidianamente la señora
presidenta, quien se desvive por los pobres comprando ropa para sí
misma.
La jueza Sarmiento actuó como manda la ley.
Puso las cosas en su lugar en el circo criollo y, por un instante, los
argentinos pensamos que acabarían las bromas y nos volveríamos un país
en serio. Pero esto no fue del todo posible. Por un lado, apareció en
escena Redrado, queriendo emular al general San Martín, diciendo que
todo lo que hacía era para defender a la Patria, porque el matrimonio K
quería usar las reservas para cubrir el gasto público y esto generaría
inflación, cuando, durante los cinco años que ocupó la presidencia del
BCRA, jamás se preocupó por la inflación ni por los distorsionados
índices elaborados por el INDEC.
Sus declaraciones no hicieron más que alertar
a los "fondos buitres" (supuestamente odiados por la presidenta, pero
que representan a los holdouts a los que se quiere canjear la deuda),
que a punto estuvieron de embargar el dinero del BCRA depositado en
Nueva York. La historia juzgará cuáles intereses defendió realmente
Redrado, pero vale la pena recordar que, el 28/03/1994, por decreto
467/94, el propio Hernán Martín Pérez Redrado fue echado de la
presidencia de la Comisión Nacional de Valores (por el ex ministro
Cavallo), por no respetar el secreto de las informaciones obtenidas en
el ejercicio de la función pública.
Por otro lado, apareció en escena el jefe de
gabinete, una especie de "Chirolita K" que sale siempre a decir lo que
le mandan. Aníbal Fernández se cansó de calificar a Redrado como
estúpido, hasta que Redrado se hartó de la calificación y encendió el
ventilador del recuerdo (que mantuvo dos años apagado), diciendo que, en
octubre de 2008, los "amigos del poder" habían corrido a comprar
dólares, antes de que se depreciara la moneda. Además, presentó su
renuncia, la que Aníbal Fernández se negó a considerar, diciendo que,
cuando se la pidieron, no quiso darla y que por eso lo habían echado,
aunque, para echarlo efectivamente, había que esperar los tiempos de la
Comisión Bicameral, para cumplir con las exigencias del "Partido
Judicial" (nombre dado a la justicia por Néstor Kirchner).
Así fue cómo aparecieron en escena los dos
últimos personajes destacados del circo criollo. En primer lugar, Julio
Cobos, quien debió pronunciarse sobre el caso Redrado, aunque no hubiese
querido, temiendo que cualquiera fuese su decisión le haría perder
supuestos votos y caer en las encuestas que lo dan como presidenciable,
no sólo por su voto no positivo frente a la resolución 125, sino porque
el resto de la oposición no ha encontrado aún un candidato que conforme a
la ciudadanía. Así, Cobos aconsejó la remoción de Redrado, cosechando
indiferencia por parte de la señora presidenta y críticas de su
archienemiga Elisa Carrió.
El número final bajo la carpa del "cirko nacional", quedó reservado
para Néstor Kirchner, quien salió a dar explicaciones de la compra de
sus 1.999.999 dólares, a través de su nuevo vocero, Víctor Hugo Morales,
no se sabe si porque le gusta el "tatatá" del relator de fútbol
uruguayo convertido en filósofo argentino, o porque ningún otro
periodista hubiese creído que no se trataba de una broma más dentro del
"cirko".
Al releer esta pequeña crónica, me pregunto
si realmente seremos muchos los que aplaudimos a la jueza María José
Sarmiento, o si la gran mayoría prefiere taparse los ojos y que siga el
baile dentro del "cirko".