¿De
qué rumbo hablan?
Hace unos días, el
presidente de la Unión Industrial Argentina dijo que “el 80% de los argentinos”
habían ratificado con su voto el rumbo económico que marca este Gobierno. Lo
primero que me pregunté era de dónde había sacado semejante cifra, ya que, por
los resultados de los comicios, sólo el 54% de los electores votó a la señora
Presidenta, y si tenemos en cuenta el 25% de ausentismo, el nivel de aprobación
teórico estaría por debajo del 50%. En segundo lugar, me pregunté a qué rumbo
se refería, ya que cuando se habla de rumbo hay que asociarlo con la dirección
a tomar para llegar a una meta o a un fin determinado y, que yo sepa, nunca se
ha explicitado cuál es la meta del “modelo”. Pero suponiendo que la meta lógica
fuera cumplir con los postulados básicos que marca nuestra Constitución Nacional
en el Preámbulo (al ser la Carta Magna el contrato que nos liga), habría que
analizar si con este rumbo estamos alcanzando el objetivo de: “constituir la
unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la
defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la
libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del
mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.
Dado que en este pequeño
artículo no puedo entrar en un análisis detallado que me permita demostrar que
el rumbo pareciera ser el equivocado en cuestiones de unidad, justicia,
seguridad, paz y libertad, me remitiré sólo al “bienestar general” por estar
más ligado al tema económico al que se hizo referencia. ¿Se puede afirmar que
el 80% de los argentinos piensa que gozamos de “bienestar general”? No lo creo,
aunque seguramente el 100% de los argentinos dirá que hoy gozamos de mayor
“bienestar económico” que durante la crisis del 2001.
Salud, educación, vivienda y
alimentación, podrían ser alguno de los parámetros a tener en cuenta en una
“medición” del bienestar, a menos que todo lo pongamos en términos de consumo y
digamos: “si consumimos más, gozamos de mayor bienestar”. Tal vez, para algunos
empresarios, el “consumo” sea la panacea fundamental de una economía. Si hay
consumo, hay producción y si hay producción, hay empleo y también ganancia. Bajo
esta visión netamente “consumista” pareciera que no importa mucho si el consumo
se genera a costa de inflación ni de distorsión de precios relativos (como
sería por ejemplo, que un automóvil valga en Argentina casi el doble que en
Chile, o un jean más del doble que en Estados Unidos). Por consiguiente, dirán que el consumo es lo
que produce bienestar. Para otros, entre los que me incluyo, el consumo no
basta, es necesaria la inversión. Para que haya inversión, debe haber crédito,
para que exista el crédito debe haber ahorro y para que haya ahorro tiene que
existir confianza, caso contrario ocurre lo de los últimos años en Argentina,
que el ahorro no se queda en el país, porque no hay seguridad jurídica, como lo
demuestran las últimas medidas tomadas creando el “corralito cambiario”, y la
inversión pasa a ser de las más bajas de
América Latina.
Un sano equilibrio entre
ahorro y consumo, debieran ser la base del verdadero progreso. Tiene que haber
un cierto nivel de consumo capaz de movilizar la producción y generar empleo,
pero también inversión para que no haya inflación (aumentando la oferta de
bienes) y, consecuentemente, ahorro en el país para que exista el crédito,
sobre todo de mediano y largo plazo.
Tomemos como ejemplo el caso
de la vivienda. ¿Cuál es el rumbo al respecto? Lo único que puede cotejarse es
la realidad. No hay acceso al crédito de largo plazo y los jóvenes, hoy en día,
necesitan mucho más salarios para comprar un metro cuadrado que hace unas
décadas atrás. Por lo tanto, el “sueño argentino” de la “casa propia” se aleja
cada vez más de las posibilidades de las nuevas generaciones que, según el misterioso
“modelo de acumulación con distribución”, deberán conformarse con un plasma, a
menos que esperen recibir una vivienda del vaciado plan “sueños compartidos”.
En momentos en que el
Gobierno parece totalmente desorientado en materia de política cambiaria, inflacionaria,
energética, agropecuaria, salarial y de acción social (porque no sabe cómo
reducir los subsidios sin echarle toda la culpa a los opositores), sería bueno
que alguien con lápiz y papel nos aclare en forma urgente y concreta: ¿cuál es
el rumbo económico del Gobierno y, sobre todo, a dónde queremos llegar? Caso
contrario, ante semejante incertidumbre, será difícil regenerar la confianza
por más que descubramos petróleo. Lo digo como argentino que desea que le vaya
bien al país, por encima de las diferencias.