“El Arca”, es una gran noticia. No se trata del arca
de Noé, aunque lleve consigo un signo salvífico y una propuesta de
trabajo en la diversidad para lograr “hacer una comunidad”, donde
convivan personas con alguna discapacidad intelectual y otras que
deciden compartir su vida con ellas bajo el mismo techo. En este caso,
es “El Arca” de la Argentina, que funciona en la calle Tiradentes 1542,
en la localidad de Boulogne, provincia de Buenos Aires. Voy invitado por
María Luisa Malbrán, presidenta de la Fundación. Durante el viaje en
auto tomo nota de lo que me dice. “Nuestra principal vocación es buscar
la unidad y la paz. Transformar el corazón. Volvernos agentes de paz
gracias al contacto y el trabajo con personas con discapacidad”.
Las comunidades “El Arca”, a nivel internacional,
fueron fundadas en 1964 en Francia, por Jean Vanier, quien junto a un
amigo sacerdote, invitaron a dos hombres con discapacidad intelectual
(Raphael y Philippe) a compartir su vida en el espíritu del Evangelio y
las Bienaventuranzas. Más tarde surgieron otras comunidades en culturas y
contextos religiosos diferentes. En la actualidad agrupan a 136
comunidades repartidas en 35 países del mundo. En la “Carta Fundamental”
para las comunidades, Jean Vanier dice: “El Arca no es una solución,
sino un signo”. Por este trabajo, de casi medio siglo, Jean Vanier fue
propuesto en 2009 para el Permio Nobel de la Paz.
En la Argentina, inició sus actividades en el 2003,
con la apertura del primer hogar y luego, en el 2004, con la
inauguración del “taller San José”. Hacia allí vamos, luego de una breve
visita al hogar donde viven cuatro personas con discapacidad: Osvaldo
(62 años), Sandra (18), Maxi (17) y Marcos (12), a quienes acompañan
cuatro asistentes: Fernando, Daniel (sacerdote francés), Roxana y Lucas.
Es una comunidad de amor que acoge y responde al desamparo de aquellos
que son continuamente rechazados, para devolverles su lugar en la
sociedad. “Nosotros aprendemos de ellos”, dice María Luisa.
Luego se queda en silencio, mientras caminamos las
dos cuadras que nos separan del taller. Osvaldo viene con nosotros. Se
apoya en un bastón especial que tiene tres patas. Lo miro. Mueve los
brazos sin mucha coordinación. Sonríe. Me observa. Vuelve a sonreír. Nos
contagia su alegría. Me digo que Osvaldo es una permanente “buena
noticia”. Le cuesta mucho hablar, pero logra comunicarse. Sobre todo,
con sus ojos. Tiene una mirada pacífica, enternecedora. Conmueve con la
sola presencia. Su noticia es más positiva que la referida a tantos
políticos y dirigentes que escuchamos a diario, sin que logren cambiar
nada en este mundo. Osvaldo podría cambiarlo si todos viniéramos a
mirarnos en sus ojos y aprender a amar y ser amados.
Ya dentro del taller, nos encontramos con
asistentes, voluntarios y amigos de “El Arca”. Vienen a escuchar a María
Luisa, quien dará una charla sobre la espiritualidad de Jean Vanier.
Concretamente, nos habla de las Bienaventuranzas. “Bienaventurados los
que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los
cielos, decía Jesús. El pobre está en El Arca y en el pobre está Jesús.
El primer don del pobre es la unidad, es poder generar comunidad…”
Luego, habla de la importancia en “El Arca” del signo del lavatorio de
los pies. Algo central, que rememoran en las festividades de la
comunidad, lavándose los pies unos a otros. “Arrodillarse frente al otro
es reconocerlo como persona, es tener parte con el otro. Genera
comunión y nos transforma gracias al otro…”, dice María Luisa.
Y así, voy pasando la tarde, meditando las hermosas
palabras del fundador de la comunidad: “Todos tenemos sed de amor, y
nos parece imposible poder alcanzarlo. Por eso es tan triste nuestro
mundo; por eso hay tanta gente que vive al borde de la desesperación, de
la frustración y del descontrol de su agresividad. Por eso hay tantas
personas que se lanzan a una actividad desenfrenada y a una descomedida
búsqueda del placer, la riqueza y el poder. Por eso son tantos los que
levantan barreras y se esconden detrás de ellas. El amor parece
inasequible porque la gente tiene miedo de amar”. Y las que también nos
regala María Luisa: “El autoconocimiento es imposible sin vivirlo en
comunidad”. La verdad que dan ganas de quedarse en “El Arca” y hacer la
experiencia de auto-conocimiento a partir de la mirada de Osvaldo y del
contacto con él. Pero no puedo quedarme…aunque prometo volver.
De regreso a casa, me pongo a leer los “Escritos
esenciales” de Jean Vanier, recordando todavía la “Buena Noticia” que es
Osvaldo. Elijo una cita. ¡Hay tantas! Pero debo conformarme con una.
“Las personas con discapacidades mentales nos enseñan nuestra capacidad
de amar”.
Para más información se puede visitar la página web: www.elarcaargentina.org o la internacional: www.larche.org