El pasado 20 de Noviembre de 2009, en el National
Press Club de Washington (USA), se dio a conocer una declaración firmada
por un conjunto muy importante de líderes cristianos, haciendo un
fuerte llamado público a defender la vida, el matrimonio, las objeciones
de conciencia y la libertad religiosa. Entre los primeros 152
firmantes, se encuentran, entres otros, once arzobispos y obispos
católicos, los primados de la Iglesia Anglicana y Ortodoxa de los
Estados Unidos de Norteamérica y el presidente de la Coalición
Afro-Americana de pastores evangélicos.
El documento que lleva el título de “Declaración de
Manhattan: Un llamado a la conciencia cristiana”, fue redactado por tres
profesores: uno católico y dos evangélicos, en un momento crítico de
ataque a las objeciones de conciencia en el área de salud por parte de
la administración de Barack Obama. Sin embargo, cuando uno lee la
Declaración, se da cuenta que los mismos ataques se dan en buena parte
del mundo Occidental, incluida la Argentina. Por eso, creo que vale la
pena dar a conocer su contenido principal, ya que este tipo de
iniciativas realmente progresista (si por progreso entendemos: avance
valioso), difícilmente encuentra cabida en los medios ya que se las
considera “políticamente incorrectas”.
La Declaración, comienza con “El llamado a la
Conciencia Cristiana”, en el que manifiesta: “Los cristianos, cuando han
vivido según los más altos ideales de la fe, han defendido al débil y
al vulnerable y han trabajado incansablemente para proteger y reforzar
las instituciones vitales de la sociedad civil, comenzando por la
familia.
Somos cristianos ortodoxos, católicos y evangélicos
que se han unido en esta hora para reafirmar verdades fundamentales
sobre la justicia y el bien común, y para hacer un llamado a nuestros
conciudadanos, creyentes o no creyentes, para que se unan a nosotros en
su defensa. Estas verdades son: (1) la santidad de la vida humana, (2)
la dignidad del matrimonio como unión conyugal entre el esposo y la
esposa, y (3) los derechos de conciencia y libertad religiosa.
En la medida que estas verdades son fundamentales
para la dignidad humana y el bienestar de la sociedad, son inviolables y
no negociables. Dado que están sometidas, cada vez más, al ataque de
poderosas fuerzas en nuestra cultura, hoy nos sentimos obligados a
levantar nuestra voz en su defensa, y comprometernos a respetarlas, sin
importar las presiones que sobrevengan sobre nosotros y nuestras
instituciones para que las abandonemos o cedamos respecto a ellas.
Hacemos este compromiso no como partidarios de un grupo político, sino
como seguidores de Jesucristo, el Señor crucificado y resucitado, que es
el Camino, la Verdad y la Vida”.
Luego, el texto de la Declaración, se refiere en
forma específica a la defensa de la vida (contra la legalización del
aborto, la eutanasia y la manipulación genética), del matrimonio
tradicional (contra la pretendida legalidad del “matrimonio” entre
personas del mismo sexo) y de la libertad religiosa (contra las
presiones políticas y legales para que individuos e instituciones
realicen actos en contra de sus convicciones religiosas).
La misma, termina diciendo: “Porque honramos la
justicia y el bien común, no daremos cumplimiento a ninguna disposición
que obligue a nuestras instituciones a participar en abortos,
destrucción de embriones, suicidio asistido, eutanasia, o cualquier otro
acto que atente contra la vida; tampoco nos inclinaremos ante ninguna
regla que nos obligue a bendecir asociaciones sexuales inmorales, a
tratarlas como matrimonios o sus equivalentes, o que nos impida
proclamar la verdad, como la conocemos, sobre la moralidad, el
matrimonio y la familia. Daremos con generosidad al César lo que es del
César, pero bajo ninguna circunstancia le daremos al César lo que es de
Dios”.
El sitio oficial de la "Declaración de
Manhattan", con la posibilidad de adherir a ella y firmarla, es:
www.manhattandeclaration.org . Creo que vale la pena leerla en forma
completa y sacar algunas conclusiones sobre lo que está pasando en
nuestro mundo globalizado, recordando aquella famosa frase de André
Malraux en su lecho de muerte: “El siglo XXI será religioso o no será en
absoluto”.