¿Cómo viven los cristianos en Siria e Irak? |
27/07/2014 - Valores religiosos |
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A los cristianos de Mosul, los fundamentalistas islámicos del IS
(Islamic State), que domina en estos momentos parte de Siria y el norte
de Irak, les han marcado las paredes y puertas de sus casas con un
símbolo que significa “Nasrani”, o sea, “Nazareno”. Así se conocen desde
hace siglos a los cristianos de origen asirio que fueron convertidos en
esta región por la predicación del apóstol santo Tomás. Sí, el mismo
que les había respondido a sus amigos cuando le hablaron de la
resurrección del Señor: “si no veo la marca de los clavos en sus manos,
si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado,
no lo creeré”. El mismo que ocho días más tarde, al ver a Jesús y meter
su mano en el costado, exclamará apenado: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Paradojas de la historia de salvación. Hoy, sus ancestrales seguidores
de la región de Nínive, ven una marca pintada en sus hogares, señalando
que a partir de la imposición de la “Sharia” (Ley Islámica), sus
ocupantes, o se convierten al Islam o pasan a ser despreciados infieles y
se los intima a huir de la ciudad, so pena de pasarlos a degüello (como
ya hicieron con muchos cristianos de Siria). Y lo hacen en el nombre de
un Dios, al que el extremismo integrista (llamado así porque “integra” o
mezcla religión con política), dice representar o seguir. En realidad,
todos sabemos que ese no es el comportamiento de los musulmanes de buena
voluntad, porque no es posible que en el nombre de un Dios, al que
llaman “el Misericordioso y el Compasivo”, se extermine a los creyentes
en un Dios, que también es “Misericordioso y Compasivo”. ¿Por qué?
Porque Dios es uno. Sin embargo, los cristianos que están allí, desde
mucho tiempo antes de la llegada del Islam, deben huir o morir. Y en la
huida, lo dejan todo: casas, muebles, recuerdos, vestimenta, trabajos,
colegios, iglesias, historia, absolutamente TODO, hasta los propios
muertos que yacen en el cementerio.
Primero, se escuchó el llamado urgente a toda la comunidad internacional
del obispo católico caldeo de Mosul, monseñor Amel Shamos Nona,
alertando sobre la “limpieza religiosa” que se estaba llevando a cabo,
y, días después, al Papa Francisco, diciendo durante el Ángelus
dominical: "¡Nuestros hermanos son perseguidos, son enviados fuera,
deben dejar sus casas sin tener la posibilidad de llevarse
nada!...Queridos hermanos y hermanas tan perseguidos, yo sé cuánto
sufren, yo sé que son despojados de todo. Estoy con vosotros en la fe
con el que ha vencido el mal". Así, poco a poco, la noticia fue
trascendiendo por el mundo entero, en momentos en que recrudecen otros
conflictos políticos, disfrazados de religiosos, como el de la franja de
Gaza, entre judíos y musulmanes. Sin embargo, pareciera que al
padecimiento de los cristianos caldeos, se le da menor importancia en
los medios de comunicación.
Los llamados “Nazarenos” (en recuerdo de Jesús de Nazaret), han tenido
que dejarlo todo para no renegar de su fe. Incluso, en la huida, fueron
despojados de automóviles, joyas y dinero, por las huestes del grupo Abu
Bakr al Bagdad, cuyo líder les había dado un plazo de tres días para
convertirse al Islam o huir de la ciudad. Caso contrario, “la única
opción será la espada”, les dijo. Así, el “Estado islámico”, un grupo
ligado a Al Qaeda, ha formado un “califato” en este antiquísimo
territorio cristiano que forma parte de un país como Irak, donde, desde
2003 a la fecha, el número de cristianos, por distintas razones, ha
descendido desde un millón y medio de habitantes (4% de la población) a
menos de quinientos mil.
¿Qué podemos hacer por ellos, estando tan lejos? Se me ocurren un par de
ideas, no excluyentes. Primero, dar a conocer lo que sucede y pedir a
los musulmanes de buena voluntad que levanten su voz oponiéndose (como
ya lo han hecho algunos). Luego, en la medida de nuestras posibilidades,
enviar donaciones para los que hoy son refugiados, principalmente por
el pueblo kurdo, y puedan subsistir. Además, rezar por ellos y tomarlos
como ejemplo de santidad, por tanto despojo y martirio. Por último, si
nos sentimos también un poco “nazarenos” ante distintas circunstancias
de nuestra propia vida, meditar aquellas palabras de san Pablo (2 Cor.4,
8-12), que parecen dirigidas a nuestros hermanos de Mosul: “Estamos
atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no
desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no
aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los
sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se
manifieste en nuestro cuerpo. Y así, aunque vivimos, estamos siempre
enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de
Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De esa manera, la muerte
hace su obra en nosotros, y en ustedes, la vida”.
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