Mientras en el campo internacional el Gobierno actúa con un cinismo jamás
visto y el mundo advierte la farsa que ya es el hazmerreír de todos, por ese pretender
jugar a la alta geopolítica engañando a diestra y siniestra en aras de obtener,
al fin y al cabo, una limosna financiera sin que se enoje el núcleo duro de la
comedia; localmente, en el sector agropecuario, sus acciones no dejan de ser un
espejo del movimiento exterior.
Dos temas parecen haber dominado la escena política agropecuaria de los
últimos días. Por un lado, los incendios en la provincia de Corrientes y la
respuesta del Gobierno. El Ministro de Medio Ambiente, Juan Cabandié,
utilizando la violencia verbal que lo caracteriza, echó la culpa a los
productores por “las quemas” o a la lentitud en aceptar la ayuda nacional del
gobernador provincial. Este funcionario, al que todos recordamos por cómo maltrató
a una mujer policía que le había pedido la documentación de su auto, hace uso
de las típicas armas del kirchnerismo: mentir y echarle la culpa al otro.
Máxime si se trata de un gobernador de la oposición y si en el medio están los
productores agropecuarios. Por suerte, la Mesa de Enlace viajó a Corrientes
para rebatir sus argumentos.
El cinismo dentro de la farsa K se completó cuando, en la misma semana, el
presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, sostenía que “el Gobierno y
el campo no son enemigos”, “un campo industrializado es el mejor aliado” o “el campo
es fundamental” al reunirse con el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) en lo
que parecieran las vísperas del tratamiento en el Congreso del proyecto de Ley
de Fomento Agroindustrial, al que Massa describió como “la mejor herramienta
para este momento”. Paralelamente, el ministro Julián Domínguez, al visitar el
mercado Agroganadero de Cañuelas (de cuyo traslado desde Liniers pareciera querer
adueñarse, cuando fue un arduo proceso iniciado en el 2016), sostenía:
“queremos darles confianza y previsibilidad a nuestros productores”.
Todo esto es como reírse en la cara de un sector al que se le han limitado
las exportaciones de carne, trigo y maíz y comienzan a faltarle insumos. Algo
parecido, a escala local, a lo actuado con los Estados Unidos respecto a pedir su
ayuda para lograr un acuerdo con el FMI y al mismo tiempo denostarlos en Moscú
y Pekín.
Pero ahondemos un poco más en este proyecto de Ley enviado por el Ejecutivo
al Congreso para crear un “Régimen de Fomento al Desarrollo Agroindustrial
Federal, Inclusivo, Sustentable y Exportador”. Vuelve a repetirse una costumbre
de este Gobierno, primero de científicos y luego de inteligentes, que es el usar
frases y términos rimbombantes para que no se entienda nada. Esto es como el
uso de los “saldos exportables”, los “volúmenes de equilibro”, la “soberanía
tecnológica” o los “bienes culturales” (al referirse a la carne, el trigo y el
maíz) a los que ahora se incorporan “la incrementalidad” y las “líneas de base”.
El proyecto contempla, entre otros aspectos, amortizaciones aceleradas y unos
pocos beneficios fiscales para inversiones, genética, semillas fiscalizadas y
fertilizantes, devolución del IVA y cambios en el sistema de valuación de la hacienda
vacuna para el pago del Impuesto a las Ganancias. Y lo hace creando una serie
de nuevos registros (¡más registros!) y estableciendo “líneas de base” cuyas
fórmulas brillan por su ausencia y que, como es de esperar de este Gobierno, la
Autoridad de Aplicación puede modificar a su antojo en el futuro. Medidas que
de por sí no son malas, pero que deben analizarse dentro de un contexto general
en el cual, vía la brecha cambiaria, los derechos de exportación, las
limitaciones a las exportaciones de carne, trigo y maíz y a las importaciones
de insumos, el Estado le está metiendo la mano en el bolsillo al productor para
sacarle cien y luego pide un aplauso porque decide devolverle dos. ¡Increíble!
Además, cuando habla de proyecto “inclusivo”,
no se sabe bien a qué se refiere, porque excluye por ejemplo las inversiones en
viviendas y automotores que serían formas inclusivas de mejorarle la vida al
hombre de campo y al trabajador rural.
Si estas son las políticas activas del Estado, mejor perderlas que
encontrarlas. El Gobierno debiera comenzar por soluciones macroeconómicas: eliminando
paulatinamente los derechos de exportación y la brecha cambiaria, liberando las
exportaciones y las importaciones, controlando la inflación desde la emisión
monetaria, etc… Pero claro, eso al núcleo duro y al no tan duro de la comedia
que ha montado el Frente de Todos los espanta porque implica tener que hacer
algún ajuste y el ajuste no está en el diccionario de ninguno de sus
integrantes. Lo lamentable es que el Consejo Agroindustrial Argentino, que tuvo
una gran idea en sus comienzos de intentar elaborar políticas de largo plazo
consensuadas, se ha quedado enmarañado dentro de la farsa y el cinismo
gubernamental y no levanta su voz como debiera para corregir los dislates
mencionados. Sólo tres entidades representativas de los productores, abrieron
los ojos a tiempo y dejando de lado el temor de las represalias, se retiraron del
CAA para no convalidar esta mentira del “porque te quiero te aporreo”.