Aunque en nuestro país todavía
hay gente que pretende vivir con lo nuestro y cerrarse a las relaciones
internacionales, el mundo cada vez está más globalizado e interdependiente. No
sólo lo demuestra la pandemia del Coronavirus sino los efectos del cambio climático.
En este sentido, es de
destacar la bajante del agua de los ríos Paraná y Uruguay que se viene
registrando desde mediados del año pasado producto de la peor sequía que se
recuerde en el sur de Brasil en las últimas décadas. Y esto tiene y tendrá consecuencias
graves para la Argentina, sin que tengamos estudios profundos de alternativas
de acción frente a este tipo de crisis, que no sólo afectan el consumo de agua
en las poblaciones del norte y la generación de energía eléctrica en dos de
nuestras grandes represas, sino el transporte de los granos que salen del
complejo portuario de Rosario, desde donde se despacha el 80% de nuestras
exportaciones agrícolas.
No sólo da pena ver las
cataratas del Iguazú vacías, sino a gente cruzando a pie el río Paraná en la
zona de la Tripe frontera donde el cauce tiene hoy apenas diez o veinte
centímetros de altura. La baja en la generación de energía eléctrica en
Yacyretá, que está produciendo a menos de la mitad de su capacidad y en Salto
Grande, donde la situación aún es más grave, tiene un costo muy grande que tal
vez no se note aún por la baja de consumo local debido a la “cuarentena
prolongada”; pero, sin duda, la reducción del calado en la zona de los
puertos de Rosario tiene un costo real que está afectando a toda la cadena del
sector agrícola.
Menor capacidad de carga por
menos pies de calado, implica mayores costos de transporte, ya que los buques
pequeños, Handymax, que cargan entre 35.000 y 40.000 toneladas, no pueden salir
del río con la carga completa y los más grandes, Panamax, se ven forzados a
completar carga adicional en puertos marítimos de Argentina o Brasil.
Estos mayores costos, que
tienen consecuencias operativas en toda la cadena, disminuyen los precios
de exportación al caer las “primas” aumentando los descuentos sobre puertos
argentinos.
Según los expertos por
cada pie de calado que se reduce el nivel del río, se pueden cargar entre 1.800
y 2.500 toneladas menos dependiendo del tipo de buque. Hoy, con un metro
de profundidad a la altura de Rosario, pese al dragado intensificado que se
está haciendo en el canal para aumentar el calado, la situación es desesperante
si se la compara con lo que debiera ser una altura normal en este época del
año.
Negociaciones de la
Cancillería con Brasil, han permitido que se liberara algo del caudal de agua
de la represa de Baixo Iguazú y, según las noticias, hay una reunión proyectada
para este viernes, para liberar algo de caudal de la represa más grande del
mundo, que es la de Itaipú. Pero claro, a Brasil, quizá no le convenga liberar
caudal si no necesita generar más energía eléctrica por la caída del consumo y
le puede resultar más redituable seguir llenando la cota de la represa hasta su
máximo, algo que, por otra parte, lo tendría permitido de acuerdo a los
tratados. Todo dependerá de la buena voluntad de las partes, no obstante lo
cual esto no solucionará el problema sino que posibilitaría no agravarlo.
Consultadas distintas fuentes,
entre ellas el Dr. Carlos Di Bella, un climatólogo de larga trayectoria en el
ambiente local e internacional, quien hizo un análisis proyectado de la
tendencia sobre la Cuenca del Río Paraná, señalaba que: “Las lluvias ocurridas
en la Cuenca en los últimos siete meses han estado significativamente por
debajo de lo normal. Siendo que los próximos seis meses no representan una
alta proporción de las lluvias anuales y que las perspectivas, en términos
probabilísticos, son de normales a deficitarias, es de esperar que la condición
de la Cuenca del Río Paraná sea muy delicada en los próximos meses”.
Es poco lo que se puede hacer
en materia climática en el corto plazo, algo lo que se puede hacer en materia
de negociaciones en el manejo del recurso del agua en las represas brasileras,
otro poco con el dragado, y mucho lo que debiera pensarse como país para
evaluar alternativas a mediano plazo si estas situaciones van a repetirse con
frecuencia.
En cuanto a las relaciones con
Brasil, queda demostrado que hay que cuidarlas en todo sentido, no sólo porque
sigue siendo nuestro principal socio comercial, sino porque nos afectan sus
posibles acciones respecto al cambio climático y el manejo del agua.