Pude
ver
a Karol Wojtyla en vivo y en directo pocos meses después del atentado.
Primero, fue en el santuario mariano
de la Virgen en Luján. La circunstancias que movieron su repentina
visita a mi
país eran dramáticas. Argentina estaba en guerra con el Reino Unido
desde la
recuperación de las islas Malvinas que tuvo lugar el 2 de abril de 1982.
El Papa que tenía una visita pastoral largamente preparada a Gran
Bretaña, quien en un acto de amor y delicadeza hacia nuestro país,
decidió
también visitarnos. En una carta fechada el 25 de mayo, dirigida a
nuestro
pueblo, decía: “Mi viaje a la capital argentina es un viaje de amor, de
esperanza y de buena voluntad, de un Padre que va al encuentro de los
hijos que
sufren”.
El
11 de junio, más de un millón de personas se reunieron frente al santuario. Yo
estaba allí. No sé por qué, pero esa tarde de
invierno, algo especial ocurrió. Se mezclaron varios motivos. En primer
lugar, la situación de la guerra. El desenlace
estaba cerca. Los ingleses habían comenzado el desembarco en las islas y
acosaban Puerto Argentino (la rendición sería el 14 de junio). En segundo
lugar, estaban las palabras del Papa en su homilía presentándonos a la madre de
Dios con aquella cita del evangelio de Juan: “Y tú, Madre, escucha a tus hijos
e hijas de la Nación Argentina, que acogen como dirigidas a ellos las palabras
pronunciadas desde la cruz: ¡He ahí a tu hijo! ¡He ahí a tu Madre!”. Por último estaba la propia
experiencia de María que viví por la mediación del Santo Padre. Cuando la tarde se hacía
noche, vimos salir a su Santidad, portando la pequeña imagen de la Virgen para
depositarla sobre el altar que se había levantado a las puertas de la basílica.
Entonces, fue cuando Juan Pablo II repitió aquello del Totus
Tuus (Todo Tuyo) y muchos comenzamos a llorar.
Al día siguiente, domingo y fiesta de Corpus
Christi, una multitud acompañó a Juan Pablo II durante la misa que
se
celebró en el centro de la ciudad de Buenos Aires, junto al Monumento de
los Españoles. Al término de la homilía se dirigió a los jóvenes
diciendo: “Hagan con sus manos unidas una cadena de unión más fuerte que las
cadenas de la guerra”.
En 1987, regresó
a la Argentina. Lo hizo en una visita pastoral que incluyó Uruguay, Chile y
varias ciudades del interior de nuestro país, entre ellas Mendoza.
De aquella visita, recuerdo la gran
concentración del 12 de abirl en la avenida 9 de julio de Buenos Aires,
para celebrar el domingo de Ramos y, a la vez, el cierre de la Jornada Mundial
de la Juventud. El
canto de la multitud era ensordecedor: “Juan Pablo/segundo/te quiere todo el
mundo”. Estábamos allí agitando banderas del Vaticano
y de la Argentina. Durante la Jornada ,el Papa volvió a recalcarle a los jóvenes
que ellos eran la “esperanza de la Iglesia” y los instó a contribuir en la
construcción de “la civilización de la vida y la verdad, de la libertad y la
justicia, del amor, de la reconciliación y la paz”.