La guerra, después de casi un mes,
continúa. Las tropas rusas parecen detenidas y los crueles invasores se limitan
a descargar diariamente misiles sobre Ucrania, matando a cualquiera, sean estos
mujeres, niños, ancianos, soldados o civiles de todo tipo. Se calculan en 3,5
millones los refugiados que han huido hacia Polonia, Rumania, Moldavia,
Eslovaquia y Hungría. Un mapa desolador sobre este enorme país, rico en
minerales y granos. Otro pequeño “granero del mundo”, gran productor de
girasol, trigo, cebada, centeno, maíz y algo de soja.
Las siembras de cereales de
primavera deberían comenzar en la ventana de abril y nadie sabe a ciencia
cierta cuánto podrán sembrar los agricultores en un país asediado, con su
infraestructura destruida y que se abastece de algunos insumos (fertilizantes)
de su peor enemigo. De allí que los expertos en análisis de mercados se la
pasen estimando, por un lado, los millones de toneladas que los ucranianos
dejaron de embarcar durante este tiempo de ataques por parte de las huestes de
Putin y cuánto podrán sembrar y embarcar en la próxima campaña, máxime con sus
puertos sobre el mar de Azov (Mariupol) y el mar Negro (Odesa, Jerson, Mykolaw,
etc…) asediados o destruidos por los rusos.
Pero vayamos por partes. Ucrania
es un país de 603.000 kilómetros cuadrados (casi dos veces el tamaño de la
provincia de Buenos Aires), que en la última campaña sembró casi 15 millones de
hectáreas con un nivel de exportaciones anuales hasta el inicio de la guerra de
65 millones de toneladas de granos. Ucrania exporta 6,6 millones de toneladas
de aceite de girasol, 6 millones de cebada, 33,5 millones de maíz y 22,4
millones de toneladas de trigo, representando el 50% de las exportaciones del
mundo de aceite de girasol, el 18% de las de cebada, el 16% de las de maíz y el
12% del trigo. Uno de sus principales socios comerciales, paradójicamente es
China, la única potencia de relevancia que en cierta forma ha apoyado las
locuras de Putin.
Ucrania, prácticamente está
partida en dos, por las aguas del río Dnieper, siendo el este la región más pro
rusa por el origen y lengua de parte de sus habitantes y donde se han centrado
la mayoría de los ataques y avances del ejército ruso. En cambio, en el oeste,
reside una población mayoritariamente nacionalista ucraniana. Esta zona es
hasta ahora la menos asediada con excepción de Kiev, la capital, y de algunos
ataques esporádicos a Lviv. En las regiones del oeste del río Dnieper se
siembra el 56% del maíz, el 54% del trigo y el 42% del girasol. Tal vez por
esta razón los analistas de consultoras del agro ucranianas (como APK-Inform),
estiman que, por el momento, en esta zona es donde será más factible las
siembras de primavera y reducen el área sembrada para el país de los 15
millones sembrados la campaña anterior a 7,6 millones que se sembrarían este
año. En el caso específico del maíz, se calcula una reducción del área de 5,4
millones de hectáreas a 3,3 millones.
Por razones obvias, los precios
de los granos en el mercado internacional que ya venían siendo muy firmes a
partir del segundo trimestre de 2021, debido a las pérdidas de la safrinha de
maíz en Brasil y algunos eventos climáticos desfavorables en el mundo, a partir,
primero, de los rumores de una posible invasión y luego del comienzo de la
guerra, se dispararon a niveles récord históricos, sobre todo en el caso del
trigo (ya que Ucrania y Rusia representan el 40% del comercio mundial), el maíz
y también de la cebada, arrastrando por consiguiente al sorgo y en menor medida
a la soja. Así, la volatilidad de los precios en el mercado de Chicago es algo
nunca vista para quienes operamos en los granos hace décadas. Si bien en los
últimos días, los precios parecieran haber encontrado un techo por las subas
registradas y lo que está dispuesto a convalidar la demanda, las posibilidades
de un alto el fuego o de una escalada global del conflicto marcarán el
termómetro de lo que pueda suceder en el futuro. Mientras todo esto sucede, en
Argentina, desperdiciamos la oportunidad estableciendo controles de precios y
restricciones a las exportaciones, creando además fideicomisos ridículos,
cuando las causas de la inflación no son multicausales sino básicamente de
política monetaria y fiscal.