EL SERVICIO VOLUNTARIO, LA MEJOR
DEFENSA DEL CONSUMIDOR.
¿Quién no conoce una ONG, un
hospital, una iglesia, un comedor
solidario o una Sociedad de Fomento donde pueda prestar un servicio voluntario?
Creo que hoy, la posibilidad de servir al prójimo está al alcance de todos, a
la vuelta de la esquina. El asunto es querer hacerlo. Porque una cosa es
realizar un trabajo remunerado y, otra, un servicio gratuito que nos demandará
tiempo y espacio. Tiempo en el cronómetro de la vida y espacio en el corazón.
En este sentido, los jóvenes
pareciera que están más predispuestos que los adultos, quizá porque tienen
menos obligaciones o porque a esa altura de la vida, resulta más fácil
conservar un lugar para la utopía y las acciones filantrópicas. “Servir” es un
acto de amor como les dijo Jesucristo a sus discípulos en la última Cena y, en
cierta forma, también es un acto de alegre rebeldía contra un mundo en donde
casi todo pasa por el consumo y la falta de tiempo para generar riqueza a fin
de satisfacer las necesidades y deseos crecientes que nos han ido generando. Hoy, por ejemplo,
no basta con poder comunicarnos, debemos hacerlo con la tecnología puesta a
nuestro alcance, caso contrario: “no somos”. Por lo tanto, para “ser”, debemos
“tener” y la necesidad de consumir se
vuelve más alta que la de servir. Estamos dispuestos a servir en la medida que
nos sobre el tiempo para hacerlo y que el servicio que realicemos no nos
desacomode la existencia, ni nos produzca efectos colaterales en el corazón, no
sea cosa que “revolucione” nuestra vida y perdamos el rumbo correcto del buen
consumidor.
Sin embargo, basta con cambiar de
actitud para darnos cuenta que el “servir” se presenta como una posibilidad de
enriquecernos la vida en todo sentido. Porque al entrar en contacto con las
necesidades de los “otros”, aplacaremos nuestras ansias desmedidas de consumo
por efecto comparativo. Además, porque al servir, estaremos dando y recibiendo
amor que, en definitiva, es lo que nos fortifica la vida, ya que si no amamos
ni somos amados, de nada nos sirve lo que “tengamos”. Sirviendo, consumiremos
el tiempo libre de otra manera y nuestros deseos se irán ordenando hacia un fin
más gozoso, que nos saque del individualismo extremo de pensar únicamente en
nosotros mismos o, a lo sumo, en nuestro círculo familiar más próximo.
Creo que tenemos una posibilidad
cierta de darle un nuevo rumbo a nuestra vida a través del servicio voluntario.
Basta con probarlo. Empezando de a poco, pero dejándonos “abordar” por el otro,
a quien estemos dispuestos a servir. No importa el tamaño de lo que hagamos
sino que lo hagamos con mucho amor y esperanza.
“Desperté y vi que la vida era
servicio; serví y vi que el servicio era alegría”, decía el gran escritor de la
India, Rabindranath Tagore. Cada vez que contemplo el rostro de la Madre Teresa
de Calcuta, me doy cuenta cuánta razón tenía.