Me encuentro escribiendo un libro sobre la “Campaña al
Desierto” de Roca, cuando me llega la noticia: quieren sacar la estatua de Roca
del Centro Cívico de Bariloche. ¡Qué barbaridad! ¿La justificación? Dicen que
entorpece la vista del lago Nahuel Huapi y que pondrán una obra de arte en
piedra, sin elevación, para garantizar la vista despejada hacia el lago, sin
nada que la obstruya; aunque hay otros que sostienen que construirán algo en
homenaje a las “Madres de Plaza de Mayo”. Parecen cínicos, porque todos sabemos
el motivo ideológico por el cual lo hacen. Son ideólogos de la “generación
diezmada” y de la causa mapuche que consideran a Roca un “genocida” y un líder
nefasto de nuestro país. No me extraña que este grupo de gente mal educada,
poco formada y de mal gusto, busque antes de que cambie el Gobierno hacer todo
tipo de afrentas y distorsiones a la historia nacional y popular. Porque si hay
alguien popular en el sur de nuestro país es el general Julio Argentino Roca,
llamado así por su madre: Julio por ser el mes glorioso y Argentino, porque confío en que sea como su padre, un fiel servidor de la patria.
Pero
antes de entrar en la refutación de la argumentación de este grupo de personas,
sería bueno recordar cómo fue construido el Centro Cívico y por qué se colocó
la estatua de Roca en aquel lugar, que en su conjunto conforman una fotografía
que ha recorrido el mundo entero representando con belleza y sencillez a la
ciudad de San Carlos de Bariloche, visitada anualmente por turistas de muchos
países. El Centro Cívico fue idea del arquitecto Ernesto de Estrada, con el
apoyo del presidente de Parque Nacionales, Exequiel Bustillo (hermano de
Alejandro quien, entre otras cosas, construyó el Llao Llao). En aquel momento
Bariloche no pasaba de 10.000 habitantes y carecían de recursos suficientes
para construirlo. Fue entonces que a Bustillo se le ocurrió la idea de emplazar
el monumento a Roca por todo lo que había hecho por el sur del país y, de ese
modo, consiguió donaciones suficientes para que se construyera el Centro
Cívico. O sea que, gracias a la figura del general Roca, se hizo la plaza y los
edificios circundantes que se inauguraron el 17 de marzo de 1940.
Debo decir que hace poco
tiempo estuve en el Colegio del Uruguay en la ciudad de Concepción del Uruguay,
donde Roca estudió, y me comentaron que tuvieron que luchar contra los
funcionarios provinciales que querían sacar el busto de Roca que está emplazado
en un pasillo del colegio. Asimismo, como parte de mi investigación, visité el
Museo Roca de la ciudad Autónoma de Buenos Aires, y me encontré más con una
casa del gremio de “La Fraternidad” ferroviaria que con un museo dedicado a la
obra de nuestro prócer. Por otra parte, es sabido que, cada tanto, grupos de vándalos pintan la estatua del
general en la Diagonal Roca de nuestra ciudad. Otro ejemplo de persecución
ideológica, ha sido el retiro de su figura de nuestros billetes. En fin, es
evidente que todo esto es una campaña orquestada para borrarlo de nuestra
historia o al menos para correrlo, como hicieron con la estatua de Colón frente
a la Casa Rosada para reemplazarla por la de Juana Azurduy por sugerencia de Hugo
Chávez y Evo Morales.
Vayamos a la refutación
de los argumentos contra la figura del general Roca y sus monumentos. Lo llaman
“genocida” y está comprobado por los diarios del periodista Remigio Lupo, del
arzobispo Espinosa y del coronel Olascoaga, que acompañaron al general desde
Azul hasta la isla de Choele-Choel en su “Campaña al Desierto” que la columna
dirigida por el general Roca no mató un solo indio. Cosa curiosa, la campaña de
Rosas de 1833 triplicó en número de muertes a las de las otras columnas de la
campaña de Roca y nadie lo llama a Rosas “genocida”. Pura ideología. Lo
realmente valioso es que el general Roca, como hábil ministro de Guerra,
abandonó la estrategia de la “zanja” de Adolfo Alsina y optó por la ofensiva
antes de que los chilenos nos tomaran la Patagonia. Esto lo prueba el envío de
una flota a la desembocadura del río Santa Cruz en 1878 y la posterior campaña
que el general encabezó en 1879 por el llamado “desierto”. Roca sabía que Chile
no podía ocuparse de dos frentes a la vez y que pronto entraría en un conflicto
armado con Bolivia y Perú. Así fue como en 1881, durante su primera presidencia,
se firmó el tratado con Chile, que reconoció como límites la cordillera de Los
Andes. Además, durante sus presidencias se consolidaron las fronteras del norte
con Paraguay y Bolivia. Es decir, gracias a Roca, nuestro país tiene el
territorio que hoy tiene y lo convierte en el octavo país del mundo por su
tamaño, mal que les pese a sus
detractores.
Después, está el
argumento de los mapuches de que Roca les quitó sus tierras, cuando es sabido
que los mapuches no fueron pueblos originarios de la Argentina, como sí lo
fueron los querandíes (aquellos que incendiaron Buenos Aires), los vorogas, los
ranqueles y los tehuelches. Las tribus aucas (en idioma quechua para referirse
a los araucanos o mapuches), entraron siglos después a nuestro territorio y
exterminaron o dominaron a las otras tribus. Especialmente, el cacique
Calfucurá que se calcula entró en Argentina para 1834 y sojuzgó al resto de las
tribus o llegó a acuerdos con ellos para realizar grandes malones y robar miles
de cabezas de ganado que vendía en Chile a quienes políticamente lo
apoyaban. Para ratificar esto que
afirmo, basta con leer el libro: "Entre los tehuelches de la Patagonia",
del sacerdote jesuita Guillermo Furlong, quien relata las travesías de un grupo
de jesuitas que llegaron a los lagos del sur como misioneros, entre ellos el
padre Nicolás Mascardi. Casualmente, es Mascardi quien da el nombre al lago al
sur de Bariloche que quienes pretenden ser pueblos originarios han convertido
en zona de permanente conflicto reclamando unas tierras que no les pertenecen, ya
que los pueblos originarios de esa zona eran los "poyas" (una de las
tribus tehuelches) y no tenían nada que ver con los araucanos. Mascardi comenzó
a evangelizar a los poyas, en 1670, cuando instaló la misión del Nahuel Huapi.
Él mismo escribió en su "carta y relación" que la lengua poya era la
que hablaban todos los que vivían al sur del Nahuel Huapi.
Concluyendo, lo que no
comprenden estas personas y políticos que se la pasan injuriando a Roca es que
la historia misma es la que hace grande a las personas y que los relatos
ideológicos terminan siendo desenmascarados.