Un gran desafío en la Argentina: Trabajar por la unidad y el diálogo |
27/12/2011 - Valores Religiosos |
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Se acerca el último día del año y es tiempo de hacer balances, no sólo
económicos, sino desde todo punto de vista. No sé por qué, pero se me
ocurre que también habría que meter en el balance a nuestra querida
Argentina.
Ha sido un año electoral, por lo tanto, los comicios dominaron la escena
en el 2011, primero en la Capital Federal, luego en algunas provincias
y, finalmente, a nivel nacional. Esto es bueno, porque alimenta nuestro
ejercicio democrático. Votar, elegir, comprometernos con ciertas ideas o
candidatos, es ir consolidando nuestro comportamiento cívico. Pero
también hay que tener presente que la democracia no se agota en el mero
acto electoral, sino que es cuestión de vivirla y enriquecerla todos los
días, ya que diariamente estamos expuestos en nuestro obrar y debemos
elegir cómo comportarnos, si respetando las reglas o transgrediéndolas.
El Gobierno, luego de ganar las elecciones por un margen más que
importante, ha mostrado ciertas contradicciones en su forma de actuar.
Porque, por un lado, la Presidente hizo un llamado a la unidad nacional
luego de los comicios, pero, por el otro, contando con mayoría absoluta
en ambas Cámaras del Congreso de la Nación, han sancionado velozmente
una serie de leyes que apuntan a seguir dividiendo la sociedad, sobre
todo, en lo referente a la libertad de expresión y a las garantías
individuales. Así, las leyes declarando de interés nacional el manejo
del papel para diarios y la llamada ley “antiterrorista” con difusos
límites en cuanto a su posible aplicación, parecen rémoras de
situaciones vividas en nuestro país a mediados del siglo XX.
Y lo que realmente necesita la Argentina para dar un salto histórico, no
es el “revisionismo” sino la “propuesta superadora” que nos proyecte
hacia una futuro promisorio donde reine la paz, la justicia, la libertad
y la concordia social. Es cierto que se aprende del pasado para evitar
errores en el futuro, pero parafraseando una frase evangélica: “el que
pone la mano en el arado y mira para atrás , no puede entrar en un
destino de grandeza”. Creo, humildemente, que esto es cada día más
válido para la Argentina.
Desearía, por consiguiente, que en el 2012, el Gobierno contribuya a
superar las heridas del pasado en vez de seguir hurgando en las
diferencias que justificaron los desencuentros, no sólo en materia de
derechos humanos, sino de concepciones de nuestra historia. ¿Cómo? Pues
dejando de lado toda intención de imponer a la sociedad un “relato” o
“visión” subjetiva del ayer, reemplazándola por una propuesta efectiva
de diálogo futuro entre los distintos sectores políticos y sociales que
impulse a la nación en su conjunto a trabajar en forma mancomunada sobre
tres o cuatro objetivos. De esta manera estará efectivamente
contribuyendo a “constituir la unión nacional, afianzar la justicia,
consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el
bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad”, tal como
fue el deseo de nuestros constituyentes.
Quiera Dios que la Iglesia, a través de la nueva composición de la
Conferencia Episcopal Argentina, ocupe un lugar como puente o vehículo
para facilitar que ese diálogo tan necesario se haga posible de una vez
por todas en nuestro país. Caso contrario, habremos perdido una nueva
oportunidad histórica de forjar un destino de grandeza para las nuevas
generaciones y nos seguiremos peleando por desojar las culpas que nos
han impedido llegar a lograrlo.
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