Observar como crecen las villas
miseria debería darnos verguenza a todos los argentinos, especialmente a
los políticos que siguen hablando de derechos humanos y justicia
social, pero no hacen nada en concreto para remediar esta situación
escandalosa. Porque no cabe otra palabra al ver como estos núcleos de
marginalidad y pobreza aumentan en tamaño y número, sabiendo que las
consecuencias serán, entre otras: mayor hacinamiento, insalubridad,
violencia y analfabetismo. Sobre todo, que habrá más niños argentinos y
extranjeros a los que les habremos robado el futuro, porque en ese
ámbito serán privados de las condiciones mínimas y necesarias para
crecer con dignidad y aspirar a un mañana con oportunidades.
Los rostros de
esos niños, deberían interpelar especialmente a los dirigentes
políticos, para que dejen de mentir, de servirse a sí mismos y
beneficiarse económicamente a costa del erario público, ocupándose de
encontrar soluciones rápidas y coherentes. Hasta ahora, o no han sido
capaces de hallarlas o no han querido buscarlas. En el primer caso, no
debiera sorprendernos, ya que vivimos en un país dominado hace décadas
por la caquistocracia (el gobierno de los peores). Pero en el segundo
caso, sólo imaginar que ciertos dirigentes prefieren mantener el estado
de marginalidad para manipular a los pobres mediante planes de
asistencia que luego utilizan para la justificación democrática de su
poder, debería provocar una cadena de indignación y repudio que se
traduzca en una verdadera reacción democrática. Claro que esto no es
algo nuevo, pero viene agravándose con el paso de los años, por más
indicadores favorables que registre la macroeconomía.
Pero no basta
con utilizar palabras de acusación y reproche, sino que tenemos la
obligación de plantear remedios y soluciones eficientes y eficaces a la
vez, aunque estas dos palabras no sean digeribles para los personeros
del seudo progresismo que le da la espalda a la pobreza. Van aquí
algunas propuestas. En primer lugar, generar empleo. Y para generarlo,
hay que saltar por encima de los impedimentos ideológicos paralizantes,
removiendo las causas que lo impiden, tales como: la inseguridad
física y jurídica, las elevadas cargas sociales e impositivas, los
anacrónicos contratos laborales y las prebendas sindicales. En segundo
lugar, consolidar el federalismo mediante un régimen impositivo y de
coparticipación que permita retener y devolver la población a sus
lugares de origen, a través del impulso y financiación de nuevas
actividades y empresas, a fin de evitar la permanente migración hacia
los grandes centros urbanos. En tercer lugar, establecer políticas de
inmigración que regulen los flujos de ingreso ilegal al país, evitando
la importación indiscriminada de pobreza sin estar preparados para
manejarla. En cuarto lugar, urbanizar las “villas miserias” existentes,
mediante la reubicación poblacional, el trazado de calles, el tendido
de redes cloacales, de luz y agua potable, la instalación de puestos
sanitarios y de seguridad, así como el establecimiento de escuelas y,
porque no, de universidades. Por último, liberar las fuerzas de la
actividad privada y de las Organizaciones No Gubernamentales, para que
se hagan cargo del manejo y distribución del presupuesto para la
asistencia social, evitando que este se pierda recurrentemente en los
bolsillos de los funcionarios de turno, sus familiares y amigos.