Hace
pocos días, durante la Jornada Mundial
de la Juventud realizada en Río de Janeiro, el Papa Francisco, invitó a
los jóvenes a “hacer lío” en sus diócesis. Esto lo dijo ante miles de argentinos,
reunidos adentro y afuera de la catedral metropolitana de aquella ciudad,
utilizando un argentinismo, es decir una expresión bien argentina, como
diciendo: “hagan barullo o generen un cierto alboroto”, para que la Iglesia se
mueva, salga del templo, vaya a la calle al encuentro con lo que él llama la
“periferia existencial”, donde vive no sólo el hombre alejado de Dios, sino todo
el que sufre ya sea física, afectiva o materialmente. Lo dijo en ese contexto,
agregando: “si la Iglesia no sale, se convierte en una ONG y la Iglesia no
puede ser una ONG”.
Posteriormente,
muchos políticos argentinos comenzaron a “colgarse” de la frase papal,
acomodándola según el caso. Por ejemplo, la candidata a diputada, Elisa Carrió,
dijo: “nací para hacer lío”, auto referenciándose quizá, porque se ha pasado
buena parte de su vida política realizando denuncias contra la corrupción de
los funcionarios de turno, sin mucho resultado en el terreno judicial
(recordemos que la Justicia en la Argentina, no se caracteriza por aplicar
penas en el momento en que suceden los hechos, sino que se asemeja al llamado
“juicio de residencia” de la época colonial, que se hacía una vez que los
funcionarios dejaban sus cargos públicos, aunque a veces ni eso siquiera).
Pero
volviendo al tema inicial, lo que me llamó mucho la atención, fue la expresión
de la señora Presidenta de la República, comparando a su marido, el difunto
Néstor Kirchner, con el Papa Francisco, al decirle a los jóvenes: “Néstor
también les dijo que transgredan”. Huelga decir que no es lo mismo, “hacer
lío”, que “transgredir”, ya que en el segundo caso, se estaría hablando de “quebrantar”
o “violar”, un precepto o una ley, tal como nos indica el diccionario de
nuestra lengua. Si bien lo que dijo la Presidenta, llamó mi atención, debo
confesar que no me sorprendió, ya que el oficialismo ha hecho un culto de la
transgresión permanente, no para “ir al encuentro del otro” como invitó a los
jóvenes argentinos el Papa, sino para tratar al otro como un enemigo a quien
hay que vencer en esa “batalla eterna” en la que, lamentablemente, se siente
inmersa la señora Cristina Fernández de Kirchner. Casi podría decirse que la
invitación a la transgresión, forma parte de la “cultura del desencuentro”.