No nos damos cuenta, pero poco a
poco, los argentinos vamos entrando por el mismo callejón sin salida
que conocimos en el pasado. Los actos de violencia en calles y rutas se
suceden día a día. Desde el poder se avalan y hasta instigan las
provocaciones de camioneros y piqueteros. Desde el llano, ante la
provocación, algunos reaccionan también con violencia. ¿Hasta dónde
queremos llegar? ¿Es que no nos hemos curado de espanto con los
recuerdos del pasado? ¿Seguiremos insistiendo en la teoría del único
demonio? ¿No tomamos conciencia de que para que haya violencia hacen
falta al menos dos en conflicto? ¿Es que vamos a matarnos nuevamente
unos a otros por pensar distinto?
Dejemos por un
momento de lado las razones y pensemos en lo que puede llegar a ocurrir
si no reflexionamos y tratamos de sentarnos a dialogar para encontrar
una solución posible que no pase por doblegar al adversario. Imaginemos
las calles otra vez con sangre, con gritos, sirenas, corridas, bombas y
muertos. ¿Eso queremos? ¿Es necesario un vencedor y un vencido? ¿O por
ventura soñamos en un país partido en mitades que se odien entre sí?
Se que no todos
en este país somos cristianos, pero valdría la pena en este momento
reflexionar (y me incluyo) sobre aquellas palabras que Cristo le dijo a
Pedro en el huerto de los Olivos, cuando éste salió a defenderlo y le
cortó la oreja a uno de los enviados del Sanedrín, llamado Malco.
“Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman la espada a
espada morirán”. Palabras que con el tiempo, la gente tradujo como:
“Envaina tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere”. Y todos
sabemos que esto es lo que sucede en la práctica cuando nos manejamos
en ese terreno.
Quienes protestan
con justa razón, deben saber que llegado un punto, deben abrir paso a
otras posibilidades para resolver el conflicto. Quienes detentan el
poder, deben recordar que su poder reside en la autoridad y el mandato
conferido por los ciudadanos y que entre ellos está el respeto de la
Constitución y las Leyes. Quiera Dios que los argentinos tomemos
conciencia de lo que puede llegar a suceder si queremos imponernos unos
sobre otros por la fuerza. La memoria completa del pasado debe
servirnos para corregir los errores del presente en pos de un mejor
porvenir que no excluya a ninguna parte del pueblo argentino.
Muchos podrán pensar que esto es una utopía pero,
¿no son justamente las utopías las que mueven los sueños y hacen
grandes a los pueblos?