En un mundo caracterizado
por el pecado de la “prisa”, donde todo parece efímero, circunstancial y
pasajero, donde todo se vuelve un “zapping” de la vida, en el que lo importante
es ir cambiando para “sentir”, para tener satisfacciones a los deseos muchas
veces desordenados, es bueno retirarse para contemplar la vida de otro modo y,
si es posible, desde una contemplación cristiana que es la de tratar de mirar
la realidad a los ojos de Dios o según la mirada divina.
He tenido la gracia el
pasado mes de julio, de poder retirarme a la localidad de San Antonio de
Arredondo, en Córdoba, para realizar un retiro de silencio de casi 10 días. Y
el silencio, en el mundo del “ya”, del “compre ya, pague ya, o, ya fue”,
termina haciendo su trabajo. Recientemente, el papa Benedicto XVI, ha dicho que
no se puede encontrar a Dios sin entrar en el silencio. Claro, es muy difícil
dejarse ganar por la oración, si nuestra cabeza está en los mails que nos
llegan por Internet o los mensajitos de texto del celular. Vivimos “conectados”
con el mundo y desconectados de Dios. Allí reside, a mi modesto entender, una
de las causas del “eclipse de Dios” del que les habló el Papa a los jóvenes en la
reciente Jornada Mundial de la Juventud de Madrid.
Pero cuando uno se deja
modelar por el silencio cambia de tiempo. Pasa del “Chronos”, al “Kairos”. Para
los griegos, “Chronos” era el dios del tiempo cronológico, secuencial, que
puede ser medido (muchas veces confusamente asociado con el titán Crono, hijo
de Urano y padre de Zeus); en cambio, “Kairos”, era un momento especial, el
momento oportuno, que no se puede medir. Para los cristianos, posteriormente, se
interpretó como el momento en que Dios actúa. Por eso, salirse del tiempo
cronológico, para entrar en el de la profundidad que permite el silencio, es
siempre una oportunidad de tener una experiencia espiritual de mayor contacto
con lo trascendente.
En este caso, mi retiro,
sumergido en el Kairos, atravesó las distintas etapas del silencio, desde el molesto
del comienzo, el que horada cuando uno se estabiliza, el que produce gozo y
deseo al volverse costumbre, hasta el que se extrañará cuando se rompa. El tema
del retiro era realizar unos ejercicios espirituales personalizados que
organiza el grupo “Salvar lo que estaba perdido –Nelly Astelli Hidalgo
Asociación Civil” y que mezcla maravillosamente los ejercicios espirituales de
San Ignacio de Loyola, con alabanza y sanación interior. Realmente, una bendición
para quien pueda salirse del tiempo cronológico y tomarse unos días de
acercamiento a Dios.
Cabe acotar que Nelly
Astelli, laica chilena, nace en 1932 y fallece el 5 de mayo de 2003. Dedicó su
vida a la enseñanza y la catequesis, trabajando con distintos sacerdotes
jesuitas, en especial con el padre Carlos Aldunate y en la Renovación Carismática
Católica, dando retiros de sanación interior. Me permito tomar un texto de su
famoso libro: “Salvar lo que estaba
perdido” que escribió junto con el sacerdote Alexis Smets S.J: “Dios nos ama tal como somos, pero espera
mucho más de mi. La sanación interior consiste en sanar lo que está herido en
nosotros. Él quiere reconciliarnos con lo que somos: nuestra historia, nuestro
pasado, nuestras heridas, etc…Dios se expresa a través de los acontecimientos
de nuestra vida y él sufre con nosotros cuando somos heridos por sucesos
desdichados. Pero sólo Él puede sanarnos si nos abrimos a su amor. La mayoría
de las veces la base de toda herida es un problema de perdón. Un perdón que hay
que dar o recibir. En el perdón encontramos el perdón a los demás, el perdón
hacia uno mismo y el perdón hacia Dios. La culpabilidad nos destruye y nos
corroe porque ordinariamente somos para con nosotros mismos los peores jueces.
Nosotros nos juzgamos más duramente que lo que hace Dios que es amor y ternura.
A través de la oración personal, el señor puede venir a sanarme por un texto de
las escrituras aparentemente conocido o de algún otro libro, a tocar algún
recuerdo o herida que haya malogrado una buena parte de nuestra vida…Lo que en
el fondo nos enferma es haber cortado los lazos con Dios, ya que hemos sido
hechos a su imagen y semejanza para estar unidos a Él…En la medida en que
creemos en la fuerza sanadora de Jesús, el mal pierde todo su poder. No
esperemos recibir la gracia de Jesús si no oramos. La oración personal debe
convertirse en una actividad muy natural en nuestra vida. El camino de la
alabanza es una vía espiritual muy profunda que permitirá al Señor cambiar
nuestra vida.
Cuando la alabanza se convierta en nuestra carne y sangre seremos herederos del
Reino que ya ha comenzado aquí abajo. La voluntad de Dios es que nos dejemos
amar por Él”.
A quienes puedan estar
interesados en esta experiencia de “retirarse” en los brazos del silencio, la
alabanza y la sanación interior, les recomiendo ponerse en contacto con el
señor Juan Carlos Mihanovich (juancarlos@mihanovich.com),
y preguntar por estos retiros en la casa de los padres franciscanos de San
Antonio de Arredondo. Se realizan seis o siete veces al año, pero hay que
anotarse con mucha anticipación.