El miércoles 29 de noviembre, junto a
la llamada "Meryem Ana Evi" (la casa de María, en Éfeso), se dispuso el
altar en el que celebró su primera misa en Turquía Su Santidad
Benedicto XVI.
Ante exageradas
medidas de seguridad dispuestas por las autoridades, que restringieron
el número de peregrinos y de miembros de la prensa, el Papa arribó en
horas de la mañana a este hermoso lugar enclavado en el monte Solmissos.
Aquí, según una
antigua tradición cristiana, la Virgen María pasó sus últimos años de
vida junto a Juan, el discípulo amado, quien la recibió como Madre al
pie de la Cruz.
Durante la
homilía, que estuvo precedida por contagiosos cantos entonados por un
grupo de jóvenes, el Papa no solo recordó la estadía en Éfeso de San
Pablo y San Juan, sino el paso por este mismo lugar de sus antecesores
en la sede de Pedro: Juan Pablo II y Pablo VI, y el de Angelo Roncalli
(Juan XXIII) cuando era Nuncio en Turquia.
A diferencia de
lo sucedido en la víspera, cuando las palabras de Benedicto XVI
estuvieron dirigidas más bien al ámbito político y del diálogo
interreligioso, la homilía de hoy tuvo un corte eminentemente
espiritual, en la que se refirió especialmente a la maternidad de María,
y a la paz que representa y es Jesucristo.
En el interior
del lugar se respiraba un clima de serenidad y armonía, acompañado en
todo momento por la sonrisa emocionada del Papa, en un marco
caracterizado por la belleza de la roca y del bosque de pinos que rodea
el lugar y que tan bien fueron descriptos por Ana Catalina Emmerich (la
que, mediante sus visiones, permitió que se descubrieran estas ruinas a
fines del siglo XIX).
Su Santidad
también se refirió y dio gracias a la pequeña comunidad de cristianos,
no exenta de sufrimientos y pruebas, que permanece en estas tierras como
signo de la presencia de Cristo.
Por último,
mencionó a don Andrea Santoro, sacerdote italiano asesinado el pasado 5
de febrero en la localidad turca de Trabzon, y señaló el valor de su
testimonio.
Ya de regreso a
Izmir, luego de contemplar las ruinas de la antigua Éfeso donde San
Pablo dejó huellas visibles de la época en que los seguidores de Jesús
comenzaron a ser llamados “cristianos”, me quedé pensando en las
palabras de Cristo con las que terminó la homilía del Papa: "No tengan
miedo. Yo estoy con ustedes".