Cada vez que se aproxima una elección, el fantasma
del fraude se asoma a las puertas de nuestra débil República y nos hace
temer la posibilidad de que nuevamente haga de las suyas cuando llegue
el día de los comicios. En las elecciones nacionales de octubre de 2007
no faltaron sospechas fundadas y actos a todas luces irregulares como
para seguir temiendo: padrones nunca depurados del todo (siguieron
votando muertos); falta de autoridades de mesa por incumplimientos de
los ciudadanos convocados o, a los que, extrañamente, nunca les llegó la
citación; largas colas en la apertura y cierre de los comicios; demoras
en el arribo de urnas al Correo Central; y el incontenible “voto
calesita” que los punteros políticos siguieron manejando a su antojo
(sobre todo en el Gran Buenos Aires) a cambio del cumplimiento en el
pago de los planes de ayuda social. En junio de 2008, merced al esfuerzo
de los partidos opositores por conseguir fiscales y de muchos
ciudadanos en ofrecer sus servicios voluntariamente para controlar los
comicios; sumado a los cambios en la asignación de planes sociales a
través de tarjetas magnéticas, la situación mejoró un poco, aunque a más
de un mes de la elección aún no contamos con los resultados
definitivos.
Parece mentira que en estos tiempos donde la
informática e Internet van llenando todos los espacios de nuestras
vidas(según el INDEC hay tres millones de conexiones en la Argentina),
no se instrumente inmediatamente un sistema de “voto cibernético”, tan
sencillo de llevar adelante como es el sistema de “pin o clave bancaria”
que utilizamos para hacer transferencias entre bancos desde nuestro
computador personal o el de “clave fiscal” que utilizamos para hacer
presentaciones juradas por Internet ante la Administración Federal de
Ingresos Públicos. ¿Cómo funcionaría el sistema? Muy simple. Todo
ciudadano en condiciones de votar debería concurrir al Centro de
Participación Ciudadana o Registro Civil, más próximo al domicilio que
figure en su Documento Nacional de Identidad y requerir el envío por
correo del “pin” o “clave electoral”, que llegará a su domicilio en la
misma forma que lo envían los bancos o la clave fiscal que manda la
AFIP. De esta forma, un primer logro sería que quedarían limpios los
padrones electorales, ya que muertos y ausentes serían eliminados de los
mismos. Una vez recibida la clave, el ciudadano, el día de los
comicios, ingresaría en el la página web de la Cámara Nacional Electoral
y emitiría su voto, directamente por Internet, bien sea desde su
domicilio (si tiene conexión propia), el de un familiar, un amigo, o en
un “cibercafé” habilitado para realizar dicho trámite (cuya conexión
será abonada por el Estado). De esta manera, se eliminaría el costo de
las boletas y de las urnas, la necesidad de fiscales de los partidos y
autoridades en todas las mesas, el gasto de luz y de limpieza en los
colegios, el movimiento de las fuerzas de seguridad, y se tendría el
resultado un segundo después del cierre del acto electoral, sin
necesidad siquiera de tener que recurrir al costo de las máquinas que se
utilizan para efectuar, en otros países, el llamado “voto electrónico” y
eliminando las distorsiones que provocan los resultados a “boca de
urna” que transmiten los medios antes del cierre de los comicios.
Alguien puede decir que no existen conexiones a
Internet en todo el país: se podrá recurrir en esos pequeños casos a la
instalación de máquinas, aunque hoy en día la mayoría de los pueblos,
bien sea por conexión telefónica, antena o cable, sistemas wi-fi, o en
forma satelital, cuenta o puede contar con acceso a la red. Se podrá
argumentar también que la gente con poca instrucción, no sabrá cómo
proceder: la mejor respuesta es que cualquier persona está capacitada
para seguir las instrucciones de un cajero automático y que en nuestros
días la mayoría de los obreros y empleados en blanco recibe el pago de
su salario por este medio. Por último, se puede señalar que este sistema
generará otras posibilidades de fraude, vía jaqueo o adulteración en el
centro de cómputos: habrá que preguntarle a los Bancos o a la AFIP las
medidas de seguridad que vienen utilizando hace años con excelentes
resultados.
Lo cierto es que este sistema, no sólo limpiará los
padrones y eliminará gastos, sino que impedirá los tipos más burdos de
fraude, aumentará el presentismo electoral (en las últimas elecciones
voto sólo el 72% del padrón), arrojará los resultados a tiempo real y
posibilitará en el futuro el ejercicio de una democracia más directa
mediante consultas populares de diverso tipo. Las ventajas frente al
sistema actual son tantas, que si no se quiere instrumentar el sistema a
nivel nacional, por temor a los errores propios de todo inicio, debería
comenzar a aplicarse en ciertos distritos electorales, como por ejemplo
en las grandes ciudades del país (Capital Federal, Córdoba, Rosario,
Mendoza, etc...) En estos momentos que se vuelve a hablar de la tan
postergada “reforma política” sería bueno debatir este proyecto que
muchos políticos conocen pero que no quieren puesto que eliminaría la
necesidad de punteros y grandes estructuras electorales.